Texto Base: Génesis 12:1-3 (RVR1960)
“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”
Introducción
En la vida cristiana, muchas veces asociamos las bendiciones con beneficios personales: salud, éxito, prosperidad. Sin embargo, el pasaje de Génesis 12:1-3 nos revela que las bendiciones de Dios tienen un propósito mayor. Cuando Dios bendice, no es solo para nuestro disfrute, sino para que nosotros seamos canales de bendición hacia otros. Este principio, claro en la vida de Abram, sigue vigente hoy. Exploraremos cómo este llamado se aplica a nuestras vidas.
1. La obediencia precede a la bendición
“Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.” (Génesis 12:1)
Abram fue llamado a dejar atrás todo lo que conocía: su tierra, su familia, y su zona de confort. La obediencia no siempre es fácil; implica fe y sacrificio. Para recibir las bendiciones de Dios, debemos estar dispuestos a seguir Su dirección, incluso cuando no entendemos el panorama completo.
Dios muchas veces nos llama a salir de lo familiar para llevarnos a un lugar de mayor bendición. Este acto de obediencia es el primer paso para ser usados por Dios como instrumentos de Su plan. Al igual que Abram, debemos confiar en que Dios tiene un propósito mayor.
La obediencia también requiere una renuncia. En ocasiones, esto implica soltar las prioridades terrenales, el orgullo o los temores. Jesús reafirmó esta verdad en Mateo 16:24, cuando dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.”
¿Estamos dispuestos a obedecer aunque no entendamos el “por qué”? Si queremos ser bendecidos para bendecir, debemos tomar el paso inicial de la obediencia radical.
2. Dios nos bendice con un propósito
“Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.” (Génesis 12:2)
La promesa de Dios a Abram no era solo para su beneficio personal. Dios planeaba usarlo como un canal para bendecir a todas las familias de la tierra. Este principio es esencial: nuestras bendiciones no deben terminar con nosotros.
Cuando Dios nos bendice con recursos, talentos, o influencia, debemos preguntarnos: “¿Cómo puedo usar esto para impactar a otros?” Por ejemplo, si somos bendecidos económicamente, podemos ser generosos con quienes tienen necesidad. Si somos bendecidos con sabiduría, podemos enseñar y guiar. El apóstol Pedro lo resume bien en 1 Pedro 4:10: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.”
El propósito de la bendición también nos enseña sobre el carácter de Dios. Él no es un Dios egoísta; es generoso y desea que reflejemos Su naturaleza. Al compartir nuestras bendiciones, modelamos Su amor y Su cuidado hacia los demás.
Finalmente, ser una bendición significa ser intencionales en nuestras acciones diarias. Esto puede implicar una palabra de ánimo, un acto de servicio o simplemente escuchar a alguien en necesidad. Ser bendecidos para bendecir es vivir con un enfoque hacia afuera, no hacia adentro.
3. Bendición a través de las generaciones
“Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” (Génesis 12:3)
La bendición que Dios prometió a Abram no era solo para su tiempo; era para las generaciones futuras. En Cristo, esta promesa se cumplió plenamente, ya que por medio de Él todas las familias de la tierra han sido bendecidas.
Esto nos recuerda que las decisiones que tomamos hoy pueden tener un impacto eterno. Cuando elegimos obedecer a Dios y ser de bendición, nuestras acciones pueden influir en las vidas de quienes nos rodean y de quienes vendrán después de nosotros. En Deuteronomio 7:9, Dios afirma: “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones.”
Como creyentes, debemos vernos como parte de un plan eterno. Nuestro llamado a ser bendición no termina con nuestras familias o nuestra comunidad; tiene un alcance global y eterno. Este entendimiento nos ayuda a vivir con propósito, sabiendo que somos instrumentos en el plan redentor de Dios.
¿Estamos invirtiendo en cosas que trascienden el tiempo? Cada acto de obediencia, cada gesto de amor, y cada semilla de bendición que sembramos tiene el potencial de impactar generaciones enteras.
4. Jesús: El mayor ejemplo de ser bendición
En Jesús vemos el cumplimiento perfecto del principio “bendecidos para bendecir.” Filipenses 2:5-8 nos dice que, aunque Jesús era Dios, se despojó a sí mismo, tomó forma de siervo, y se humilló hasta la muerte en la cruz para traer salvación a la humanidad.
Jesús no vino para recibir, sino para dar. Sus enseñanzas, sus milagros, y su sacrificio final fueron actos de amor hacia la humanidad. Él modeló lo que significa usar nuestras bendiciones para el beneficio de otros.
Además, Jesús nos llama a seguir Su ejemplo. En Juan 13:14-15, después de lavar los pies de sus discípulos, dijo: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.”
Esto nos desafía a examinar nuestras vidas. ¿Estamos usando nuestras bendiciones como Jesús lo haría? Ser bendecidos para bendecir significa vivir con un corazón de servicio, buscando oportunidades para reflejar a Cristo en nuestras acciones.
5. El impacto eterno de bendecir a otros
Cuando vivimos con el propósito de ser bendición, nuestro impacto no se limita al presente. Cada acto de amor y generosidad tiene el potencial de sembrar semillas para la eternidad. Mateo 25:40 nos recuerda que cuando bendecimos a otros, lo hacemos para el Señor: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.”
En el contexto de la Gran Comisión (Mateo 28:19-20), ser bendecidos para bendecir también implica compartir el evangelio. Llevamos el mensaje de salvación a otros porque hemos recibido la mayor bendición: la vida eterna en Cristo.
El impacto eterno también nos anima a no desanimarnos en nuestro esfuerzo por bendecir a otros. Gálatas 6:9 nos exhorta: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.” Esto nos recuerda que el fruto de nuestra obediencia será evidente, aunque a veces no lo veamos de inmediato.
Conclusión
El principio “bendecidos para bendecir” nos invita a vivir con un propósito mayor. Dios nos ha bendecido abundantemente, no solo para nuestro beneficio, sino para que seamos canales de Su amor y gracia hacia otros. Al igual que Abram, debemos obedecer Su llamado, entender el propósito de nuestras bendiciones, y vivir con un enfoque hacia la eternidad.
Hoy, evalúa tus bendiciones: ¿cómo estás usándolas para bendecir a otros? Ora para que Dios te dé sabiduría y oportunidades para ser un reflejo de Su amor en el mundo. Recuerda, cuando bendices a otros, no solo impactas el presente, sino que contribuyes al plan eterno de Dios. ¡Eres bendecido para bendecir!