Texto Base: Efesios 4:27 (RVR1960)
“Ni deis lugar al diablo.”
Introducción
Vivimos en un mundo donde el enemigo constantemente busca oportunidades para entrar en nuestras vidas y causar destrucción. Jesús nos advirtió que el ladrón solo viene para “hurtar, matar y destruir” (Juan 10:10). Sin embargo, Dios nos ha dado la autoridad y el discernimiento para cerrar cada puerta al enemigo. En este mensaje, aprenderemos a identificar cuáles son esas puertas y cómo cerrarlas para caminar en victoria.
1. La importancia de no darle lugar al diablo
Texto de referencia: Efesios 4:27: “Ni deis lugar al diablo.”
El apóstol Pablo nos exhorta a no darle lugar al enemigo. La palabra “lugar” en griego es topos, que significa territorio o espacio. En otras palabras, cuando le damos lugar al enemigo, le estamos cediendo una parte de nuestra vida. Esto puede suceder a través del pecado, la falta de perdón, o decisiones que nos alejan de la voluntad de Dios.
Darle lugar al enemigo es peligroso porque él no se conforma con poco; busca destruir por completo nuestras familias, nuestra paz y nuestra relación con Dios. Debemos entender que cada acción que realizamos tiene un peso espiritual. Cada vez que dejamos que la ira, la envidia, o la amargura gobiernen nuestras emociones, estamos dejando abierta una puerta para que el enemigo opere.
La clave para cerrar esta puerta es vivir una vida de obediencia y santidad. Santiago 4:7 nos enseña: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.” Someterse a Dios implica rendir todo aspecto de nuestra vida bajo Su dirección. Esto nos capacita para resistir y evitar que el enemigo encuentre un lugar donde atacar.
2. La puerta de la falta de perdón
Texto de referencia: Mateo 6:14-15: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.”
La falta de perdón es una de las puertas más comunes por las que el enemigo entra en nuestras vidas. Cuando nos negamos a perdonar, almacenamos amargura en nuestro corazón, y esto se convierte en un terreno fértil para la obra del diablo. Hebreos 12:15 nos advierte que la raíz de amargura no solo nos contamina a nosotros, sino también a los que nos rodean.
Perdonar no es fácil, especialmente cuando hemos sido heridos profundamente. Sin embargo, Jesús nos enseñó que debemos perdonar no solo siete veces, sino setenta veces siete (Mateo 18:22). Esto implica adoptar un estilo de vida donde el perdón sea un principio constante.
El perdón no significa justificar el mal, sino liberar nuestro corazón para que Dios sane nuestras heridas. Cuando perdonamos, cerramos la puerta al resentimiento y al odio, y permitimos que el Espíritu Santo obre en nosotros. De esta manera, protegemos nuestro corazón contra las estrategias del enemigo.
3. La puerta del pecado oculto
Texto de referencia: Salmos 32:3-5: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedad de verano. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado.”
El pecado oculto es una trampa letal para el creyente. Puede ser un pensamiento, un hábito o una acción que mantenemos en secreto y no confesamos. David experimentó el peso de mantener su pecado en secreto. Sentía como si sus huesos se estuvieran desgastando debido a la carga de su culpa.
El enemigo opera en la oscuridad. Cuando mantenemos el pecado oculto, le damos al diablo autoridad sobre esa área de nuestra vida. Sin embargo, cuando traemos ese pecado a la luz y lo confesamos, Dios nos perdona y nos limpia de toda maldad (1 Juan 1:9).
La confesión y el arrepentimiento son poderosas herramientas para cerrar la puerta al enemigo. En lugar de permitir que la culpa y la vergüenza nos destruyan, debemos acudir al trono de la gracia con un corazón arrepentido. Solo entonces podemos experimentar la libertad y la restauración que Dios nos ofrece.
4. La puerta de las influencias negativas
Texto de referencia: 1 Corintios 15:33: “No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.”
Las influencias que permitimos en nuestra vida pueden abrir puertas al enemigo. Esto incluye amistades tóxicas, entretenimiento que glorifica el pecado y cualquier cosa que debilite nuestra fe. Pablo nos recuerda que las malas compañías corrompen nuestras buenas intenciones.
Las influencias negativas pueden parecer inofensivas al principio, pero con el tiempo nos desvían de nuestra comunión con Dios. Muchas veces, el enemigo utiliza estos medios para sembrar dudas, desánimo o tentaciones.
Para cerrar esta puerta, necesitamos rodearnos de personas y contenidos que nos edifiquen y fortalezcan nuestra fe. Filtrar lo que vemos, escuchamos y a quién damos acceso a nuestra vida es clave para mantenernos firmes en el camino de Dios.
5. La puerta de la falta de oración
Texto de referencia: Mateo 26:41: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.”
La falta de oración nos hace vulnerables a los ataques del enemigo. Jesús les advirtió a sus discípulos que oraran para no caer en tentación. La oración no solo es un canal de comunicación con Dios, sino también una herramienta de defensa espiritual.
Cuando descuidamos la oración, dejamos de recibir la fortaleza divina necesaria para resistir las pruebas. Además, perdemos sensibilidad a la dirección del Espíritu Santo. Por otro lado, cuando oramos constantemente, activamos nuestra armadura espiritual y estamos alertas a las estrategias del enemigo.
Cerrar esta puerta implica establecer una vida de oración constante y ferviente. Esto significa apartar tiempo diario para buscar a Dios, interceder por nuestras familias y pedir discernimiento para reconocer cualquier artimaña del diablo.
6. La puerta de la falta de fe
Texto de referencia: Hebreos 11:6: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.”
La falta de fe nos lleva a dudar de las promesas de Dios y a vivir en temor. El enemigo se aprovecha de nuestras dudas para sembrar desesperanza y hacernos creer que Dios no cumplirá lo que ha prometido.
La fe es nuestro escudo contra los dardos de fuego del maligno (Efesios 6:16). Cuando fortalecemos nuestra fe a través de la Palabra de Dios y los testimonios de Su fidelidad, cerramos la puerta al temor y la incredulidad.
7. La puerta del orgullo y la autosuficiencia
Texto de referencia: Proverbios 16:18: “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu.”
El orgullo nos hace creer que podemos manejar nuestra vida sin la ayuda de Dios. Esto nos aleja de la dependencia divina y nos vuelve vulnerables al ataque del enemigo. Satanás mismo cayó por su orgullo (Isaías 14:12-15).
La clave para cerrar esta puerta es cultivar un corazón humilde y dependiente de Dios. La humildad nos permite reconocer nuestras debilidades y buscar fortaleza en el Señor.
Conclusión
Cerrar las puertas al enemigo requiere vigilancia, obediencia y humildad. Cada día enfrentamos situaciones que pueden abrir puertas, pero al permanecer en oración, en la Palabra y en comunión con Dios, podemos vivir en victoria. Recuerda las palabras de Jesús: “El que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).
Que cada día busquemos cerrar cualquier puerta que pueda ser una oportunidad para el enemigo, y que nuestra vida glorifique al Señor en todo momento.