Texto clave:
1 Pedro 1:15-16: “Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”.
Introducción
La palabra “santo” significa “apartado para Dios”. En la Biblia, la santidad no solo se refiere a la pureza o la moralidad, sino también a la separación de todo lo que es profano y consagrado al servicio de Dios. A menudo, cuando escuchamos hablar de “santidad”, pensamos en algo inalcanzable, reservado solo para unos pocos “supercristianos”. Pero el llamado a vivir en santidad es para todos los creyentes.
Objetivo: Entender cómo podemos, como cristianos, vivir una vida santa en un mundo que está constantemente en oposición a los valores de Dios.
I. La naturaleza de la santidad
A. Dios es santo
En la Biblia, Dios es descrito repetidamente como santo. Su santidad es el estándar absoluto de perfección, pureza y bondad. Isaías 6:3 describe a los serafines diciendo: “Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”. La triple repetición de “santo” enfatiza la perfección y supremacía de la santidad de Dios. Él es completamente diferente de Su creación, y no tiene sombra de pecado.
B. El hombre, por naturaleza, no es santo
Romanos 3:23 dice que “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”. Desde el pecado de Adán, la humanidad está espiritualmente separada de Dios. Sin embargo, a través del sacrificio de Jesucristo, tenemos la posibilidad de ser reconciliados con Dios y apartados para Él. No es nuestra propia justicia la que nos hace santos, sino la justicia imputada de Cristo (2 Corintios 5:21).
C. El llamado a la santidad
1 Pedro 1:16 claramente dice: “Sed santos, porque yo soy santo”. Este es un mandato, no una sugerencia. Vivir en santidad es un llamado que todo cristiano debe tomar en serio. La santidad no es una opción; es una expectativa divina. Dios espera que aquellos que han sido redimidos por la sangre de Cristo vivan de manera acorde con su nueva identidad en Él.
II. La fuente de nuestra santidad: Jesucristo
A. La justificación: ser hechos santos ante Dios
Cuando aceptamos a Jesús como nuestro Salvador, somos justificados, es decir, declarados justos ante los ojos de Dios. Esto significa que nuestra posición ante Dios cambia; ya no somos pecadores condenados, sino santos que han sido apartados para Él. Esta justificación es un acto único que sucede en el momento de la salvación (Romanos 5:1).
B. La santificación: el proceso de ser hechos santos en la práctica
Aunque somos declarados santos en Cristo, también debemos crecer en santidad. Este proceso se llama santificación. Es el proceso continuo en el que el Espíritu Santo trabaja en nuestras vidas para conformarnos más a la imagen de Cristo (2 Corintios 3:18). La santificación es tanto un acto divino como una responsabilidad humana; mientras Dios obra en nosotros, debemos cooperar con Él viviendo en obediencia a Su Palabra.
III. Herramientas para vivir en santidad
A. La Palabra de Dios
El Salmo 119:9 pregunta: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra”. La Biblia es una herramienta vital para nuestra santidad. A través de ella conocemos la voluntad de Dios, sus mandamientos y su carácter. Es imposible vivir en santidad sin una relación constante y activa con la Palabra de Dios. Debemos leerla, meditar en ella y permitir que transforme nuestras vidas.
B. La oración
La oración nos conecta directamente con Dios. Jesús mismo pasó mucho tiempo en oración, y si Él, siendo perfecto, necesitaba este tiempo con el Padre, ¿cuánto más nosotros? La oración no solo es una forma de presentar nuestras peticiones, sino que también nos ayuda a alinearnos con la voluntad de Dios. A través de la oración, el Espíritu Santo nos guía, nos corrige y nos fortalece para vivir una vida santa (Filipenses 4:6-7).
C. El poder del Espíritu Santo
Romanos 8:13 dice que por el Espíritu Santo podemos “hacer morir las obras de la carne”. No podemos vivir en santidad por nuestras propias fuerzas. El Espíritu Santo es quien nos da el poder para vencer el pecado y vivir conforme a los deseos de Dios. Cuando nos sometemos a su control, Él nos ayuda a vivir una vida que agrada a Dios.
D. La comunidad de fe
Proverbios 27:17 dice: “Hierro con hierro se aguza, y así el hombre aguza el rostro de su amigo”. Vivir en santidad no es algo que se haga en soledad. Necesitamos de otros creyentes que nos apoyen, nos desafíen y nos ayuden a crecer en nuestra fe. La iglesia, como cuerpo de Cristo, es un lugar donde podemos encontrar ese apoyo mutuo, aprender juntos y rendir cuentas unos a otros.
IV. Los desafíos de vivir en santidad
A. La lucha contra la carne
Pablo describe esta batalla en Romanos 7:19-25, donde lamenta su incapacidad para hacer el bien que desea y su tendencia a hacer el mal. Aunque estamos justificados por la fe en Cristo, nuestra naturaleza pecaminosa aún está presente. Vivir en santidad significa luchar constantemente contra nuestra carne y sus deseos.
B. El mundo y sus tentaciones
El apóstol Juan nos advierte en 1 Juan 2:15-17 sobre el amor al mundo. El sistema del mundo está en oposición directa a los valores de Dios. Vivir en santidad implica rechazar las tentaciones del mundo: el materialismo, el placer por encima de todo, la búsqueda de poder y fama, entre otros. No debemos conformarnos a este mundo, sino transformarnos por medio de la renovación de nuestra mente (Romanos 12:2).
C. Las acechanzas del enemigo
Satanás, como el acusador de los hermanos, siempre está buscando desviar a los hijos de Dios. En Efesios 6:12-18, Pablo nos exhorta a vestirnos con la armadura de Dios para resistir las estrategias del diablo. Vivir en santidad requiere estar siempre vigilantes, sabiendo que estamos en una batalla espiritual.
V. El fruto de la santidad
A. Comunión con Dios
Cuando vivimos en santidad, disfrutamos de una relación más profunda e íntima con Dios. Santiago 4:8 dice: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”. La santidad nos acerca a Dios porque elimina las barreras del pecado que nos separan de Él.
B. Testimonio al mundo
Una vida santa es un testimonio poderoso para aquellos que nos rodean. Jesús dijo en Mateo 5:16: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Cuando vivimos en santidad, nuestras vidas apuntan a Cristo y su obra redentora.
C. Recompensa eterna
La santidad no solo trae bendiciones en esta vida, sino también en la vida venidera. Hebreos 12:14 dice: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. El llamado a la santidad es también un llamado a estar preparados para la eternidad.
Conclusión
Vivir en santidad es un llamado para cada creyente. No es fácil, y nunca seremos perfectos en esta vida, pero con la ayuda del Espíritu Santo, la Palabra de Dios y la comunidad de fe, podemos crecer en santidad. Mientras más buscamos vivir de acuerdo a la voluntad de Dios, más reflejamos su carácter santo al mundo.