Texto Base:
Colosenses 3:1-2
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.”
Introducción
El tema de este bosquejo, “Dónde Está Tu Mirada”, nos lleva a reflexionar sobre qué estamos priorizando en nuestras vidas. Exploraremos por qué es vital mantener nuestra mirada en Cristo, los peligros de desviarnos hacia las cosas terrenales y los beneficios de vivir con una perspectiva eterna. Al final de este estudio, serás desafiado a evaluar y redirigir tu enfoque hacia aquello que tiene verdadero valor.
I. La Naturaleza de Nuestra Mirada
Texto de Apoyo: Mateo 6:22-23
“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¡cuán grandes serán esas tinieblas!”
Jesús utiliza una ilustración poderosa para describir el papel de nuestra mirada en nuestra vida espiritual. La “lámpara del cuerpo” representa nuestra manera de percibir y procesar el mundo. Aquello a lo que prestamos atención determina si nuestra vida estará llena de luz (pureza, verdad y santidad) o de tinieblas (confusión, pecado y desesperanza).
1. La mirada como guía del corazón:
La Biblia nos enseña que donde está nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón (Mateo 6:21). Nuestra mirada no solo dirige nuestras acciones, sino también nuestras emociones y deseos.
Por ejemplo, si enfocamos nuestra mirada en el materialismo, nuestro corazón se llenará de codicia y ansiedad. Por el contrario, si miramos a Cristo, nuestro corazón estará lleno de paz y gozo.
Reflexión: Pregúntate a ti mismo, ¿qué ocupa la mayor parte de tus pensamientos diarios? Lo que priorizas revela dónde está tu mirada.
2. La mirada como reflejo de la luz o las tinieblas:
Si nuestra mirada está puesta en lo bueno, en lo puro y en lo santo (Filipenses 4:8), nuestras vidas estarán llenas de luz, lo que significa que nuestras acciones glorificarán a Dios.
Sin embargo, si permitimos que nuestras miradas se enfoquen en lo malo, como la envidia, la lujuria o la codicia, nuestro corazón se oscurecerá y caeremos en un espiral de pecado.
Ejemplo: El rey David cayó en pecado cuando desvió su mirada hacia Betsabé (2 Samuel 11:2-4). Esto muestra que nuestras decisiones están influenciadas por aquello en lo que fijamos nuestra atención.
Aplicación Práctica:
Haz una revisión honesta de tus prioridades y considera cómo puedes redirigir tu enfoque hacia las cosas de Dios. La meditación diaria en la Palabra y la oración son herramientas esenciales para mantener tu mirada en lo correcto.
II. Las Distracciones del Mundo
Texto de Apoyo: 1 Juan 2:15-17
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, no provienen del Padre, sino del mundo.”
El mundo ofrece innumerables distracciones que compiten con nuestra devoción a Dios. Estas distracciones pueden parecer inofensivas, pero lentamente nos alejan de nuestra relación con Él.
1. Los deseos de la carne:
Los deseos de la carne representan la búsqueda de placer inmediato. Esto incluye adicciones, placeres desmedidos y conductas que satisfacen la naturaleza pecaminosa.
Ejemplo: Esú vendió su primogenitura por un plato de lentejas (Génesis 25:29-34). Su mirada estaba en el hambre del momento, no en el valor eterno de su herencia.
Reflexión: Muchas veces priorizamos lo urgente sobre lo importante. ¿Estás sacrificando tu vida espiritual por gratificaciones temporales?
2. Los deseos de los ojos:
Vivimos en una cultura dominada por lo visual, que promueve el consumismo, la envidia y el materialismo.
Ejemplo: La caída de Eva en el Edén comenzó cuando vio que el fruto era “agradable a los ojos” (Génesis 3:6). ¡Cuántas veces nuestras caídas comienzan con lo que permitimos entrar por nuestros ojos!
Advertencia: Cuidado con el contenido que consumes. Las redes sociales, series de televisión y películas pueden influenciarte más de lo que crees.
3. La vanagloria de la vida:
La vanagloria se refiere a la ambición de reconocimiento y poder. Enfocarnos en el éxito terrenal puede hacernos perder de vista nuestro verdadero llamado.
Ejemplo: La torre de Babel fue un proyecto impulsado por el orgullo humano (Génesis 11:4). Buscaban “hacerse un nombre”, pero olvidaron glorificar a Dios.
Aplicación Práctica:
Dedica tiempo a identificar las distracciones que más afectan tu vida. Establece límites claros para evitar que las cosas terrenales ocupen el lugar de Dios en tu corazón.
III. Poner la Mirada en Cristo
Texto de Apoyo: Hebreos 12:1-2
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.”
Dirigir nuestra mirada a Cristo es un acto intencional que requiere disciplina y fe.
1. Jesús como nuestro ejemplo perfecto:
Jesús nunca desvió Su mirada de la voluntad del Padre, incluso en momentos de gran sufrimiento (Juan 6:38). Su obediencia nos inspira a perseverar.
Ejemplo: En el Getsemaní, a pesar de Su angustia, oró: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). ¿Podemos decir lo mismo en nuestras pruebas?
2. La mirada en Cristo nos fortalece:
Cuando Pedro caminó sobre el agua, su mirada estaba en Jesús. Pero al distraerse con el viento y las olas, comenzó a hundirse (Mateo 14:28-31). Esto nos enseña que enfocarnos en Cristo nos permite superar lo imposible.
Reflexión: ¿Estás permitiendo que las dificultades te distraigan? Aprende a confiar en Jesús incluso en las tormentas.
3. Renovación diaria de nuestra mente:
Romanos 12:2 nos exhorta a no conformarnos a este mundo, sino a ser transformados por la renovación de nuestra mente. Esto solo es posible cuando dedicamos tiempo a la oración, la adoración y la meditación en la Palabra.
Aplicación Práctica:
Dedica tiempo diariamente a buscar a Dios. No permitas que la rutina o las preocupaciones desplacen tu tiempo devocional. Haz de Cristo el centro de tu vida.
IV. El Fruto de una Mirada Correcta
Texto de Apoyo: Filipenses 3:13-14
“Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”
Cuando nuestra mirada está fija en las cosas de arriba, comenzamos a experimentar frutos espirituales que transforman nuestra vida.
1. Paz en medio de la tormenta:
Isaías 26:3 promete: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera”. Al enfocar nuestra mirada en Dios, experimentamos una paz que el mundo no puede ofrecer.
2. Una vida con propósito eterno:
En lugar de vivir para nosotros mismos, vivimos para glorificar a Dios y cumplir Su llamado. Esto da sentido y dirección a nuestra existencia.
Ejemplo: Pablo dedicó toda su vida a Cristo, considerando que todo lo demás era “basura” comparado con el conocimiento de Jesús (Filipenses 3:8).
3. Impacto eterno:
Cuando vivimos con una perspectiva celestial, nuestras acciones trascienden lo terrenal. Servimos a otros, compartimos el Evangelio y edificamos el Reino de Dios.
Aplicación Práctica:
Busca maneras concretas de impactar a otros para la gloria de Dios. Involúcrate en el servicio, comparte tu fe y vive como un testimonio de la luz de Cristo.
Conclusión
La dirección de nuestra mirada define el rumbo de nuestra vida. Si nuestra mirada está puesta en lo terrenal, viviremos atrapados en un ciclo de preocupaciones y vacío. Pero si dirigimos nuestros ojos hacia Cristo, encontraremos paz, propósito y una esperanza eterna.
Llamado Final:
Hoy es el momento de reflexionar: ¿Dónde está tu mirada? Si te has desviado, vuelve tus ojos a Jesús. Como dijo el salmista: “Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra” (Salmo 121:1-2).
Que nuestra oración sea: “Señor, ayúdame a mantener mis ojos en Ti, para que mi vida refleje Tu gloria y Tu luz”. ¡Amén!