Texto base: Lucas 8:43-48
“Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado? Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí. Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.”
Introducción
Desde el principio de la creación, Dios ha dado un lugar especial a la mujer en su plan divino. Aunque muchas veces la sociedad ha menospreciado su valor, la Biblia nos muestra que Dios honra y eleva a la mujer en múltiples maneras.
En la historia de la mujer con flujo de sangre, vemos cómo Jesús no solo sana físicamente a una mujer marginada, sino que también la dignifica, llamándola hija. Este gesto demuestra el corazón amoroso de Dios hacia todas las mujeres y nos recuerda que, sin importar la circunstancia, cada mujer es valiosa y amada por Dios.
En este bosquejo, exploraremos la importancia de la mujer en la Biblia, cómo Dios la usa en su plan, y cómo cada mujer puede encontrar su identidad y propósito en Él.
1. La mujer es creada con propósito y valor
Texto: Génesis 1:27
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”
Dios creó al hombre y a la mujer con igualdad de valor, ambos reflejando su imagen. Desde el principio, la mujer no fue una ocurrencia tardía, sino parte esencial del diseño divino.
El propósito de la mujer no es secundario ni menor. En Génesis 2:18, Dios declara que no es bueno que el hombre esté solo y crea a la mujer como una ayuda idónea, lo que significa una compañera fuerte y valiosa. La palabra idónea en hebreo (ezer) también se usa para describir a Dios mismo cuando ayuda a su pueblo, mostrando que el papel de la mujer es significativo y poderoso.
A lo largo de la Biblia, vemos mujeres que juegan papeles cruciales en la historia de la redención: Sara, la madre de la promesa; Débora, una líder y jueza; Ester, quien salvó a su pueblo; y María, quien llevó en su vientre al Salvador del mundo.
Dios no solo creó a la mujer con un propósito, sino que le dio dones, habilidades y una misión en su Reino. Cada mujer tiene un lugar en la obra de Dios, y su vida tiene un valor eterno.
2. Dios restaura la dignidad de la mujer
Texto: Juan 8:10-11
“Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.”
La sociedad en tiempos bíblicos menospreciaba a la mujer, pero Jesús siempre la dignificó y la defendió. En el caso de la mujer adúltera, los líderes religiosos querían apedrearla según la ley, pero Jesús la salvó de la condena y le ofreció restauración.
Este acto nos enseña que Dios no define a la mujer por sus errores, sino por su potencial en Él. Jesús no ignoró el pecado de esta mujer, pero en lugar de condenarla, le dio la oportunidad de un nuevo comienzo.
Hoy en día, muchas mujeres se sienten marcadas por su pasado, por errores o por el juicio de los demás. Pero la gracia de Dios es suficiente para restaurarlas y darles una nueva identidad en Cristo.
Jesús no ve a la mujer como la sociedad la ve. Él la ve como una hija amada, capaz de levantarse y vivir en santidad y propósito.
3. Dios usa a la mujer para cumplir su plan
Texto: Jueces 4:4-5
“Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, mujer de Lapidot; y acostumbraba sentarse bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Bet-el, en el monte de Efraín; y los hijos de Israel subían a ella a juicio.”
Dios ha levantado mujeres a lo largo de la historia para liderar y cumplir su propósito. Débora fue una jueza y profetisa en Israel, guiando al pueblo con sabiduría y valentía.
También encontramos a Ester, quien con su valentía salvó a su pueblo, y a María Magdalena, quien fue la primera en anunciar la resurrección de Jesús.
Dios sigue usando a mujeres hoy en día en su obra, ya sea en el hogar, la iglesia o la sociedad. Cada mujer tiene un llamado y un propósito que cumplir.
Si Dios ha puesto un sueño en tu corazón, no dudes en seguirlo. Él capacita a quienes llama y te dará la fuerza para cumplir su voluntad.
4. Jesús se acerca a la mujer con amor y compasión
Texto: Lucas 7:37-38
“Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.”
Jesús nunca rechazó a una mujer que se acercara a Él con un corazón sincero. En este pasaje, una mujer pecadora derrama perfume sobre Jesús y llora a sus pies. Aunque los fariseos la juzgan, Jesús la acepta, la perdona y la honra.
Esto nos muestra que no importa nuestro pasado o nuestra condición; Jesús siempre está dispuesto a recibirnos y restaurarnos.
Si alguna vez te has sentido rechazada, recuerda que Jesús te ama y te acepta tal como eres. En su presencia hay perdón, restauración y un nuevo comienzo.
5. Dios da identidad y propósito a la mujer
Texto: 2 Corintios 5:17
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”
Uno de los problemas más comunes que enfrentan muchas mujeres es la crisis de identidad. La sociedad constantemente envía mensajes sobre lo que significa ser una mujer valiosa: la apariencia física, el éxito profesional, la maternidad o las relaciones sentimentales. Sin embargo, cuando nuestra identidad se basa en estos aspectos, estamos construyendo sobre un fundamento inestable.
La Biblia nos enseña que la verdadera identidad de una mujer no se encuentra en lo que el mundo dice, sino en lo que Dios dice. En Cristo, cada mujer es una nueva criatura, libre de las cadenas del pasado y con un propósito eterno.
Cuando Jesús sanó a la mujer con flujo de sangre, no solo la restauró físicamente, sino que también le dio una nueva identidad al llamarla hija (Lucas 8:48). En la cultura judía, una mujer marginada por su enfermedad era considerada impura y excluida de la sociedad. Pero en un solo momento, Jesús no solo sanó su cuerpo, sino que la restauró espiritualmente y socialmente, dándole un lugar de dignidad.
Esto nos enseña que nuestra identidad no está en nuestro pasado, en nuestros errores o en lo que otros piensan de nosotras. Está en Cristo. Él nos llama hijas de Dios, coherederas con Cristo (Romanos 8:17) y templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19).
Cuando entendemos quiénes somos en Dios, vivimos con confianza y propósito. No necesitamos la validación del mundo porque ya hemos sido aceptadas por el Rey de reyes. Esta verdad transforma nuestra manera de pensar, de hablar y de actuar.
La mujer que entiende su identidad en Dios no se deja definir por sus fracasos ni por sus éxitos, sino por la gracia y el amor del Padre. Cuando sabemos que somos hijas de Dios, podemos caminar en fe, sabiendo que nuestro valor no depende de las circunstancias, sino de Aquel que nos ha creado con un propósito eterno.
Aplicaciones prácticas:
- Afirma diariamente tu identidad en Cristo. Escribe versículos que te recuerden quién eres en Dios y medita en ellos.
- No busques validación en el mundo. La opinión de Dios es la que realmente importa.
- Perdona tu pasado. No permitas que tus errores definan tu futuro; Dios ya ha hecho algo nuevo en ti.
- Vive con propósito. Dios tiene planes para ti; busca su dirección en la oración y la Palabra.
6. Dios llama a la mujer a ser luz en el mundo
Texto: Mateo 5:14-16
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”
Dios no solo nos da una nueva identidad, sino que también nos da una misión. Cada mujer tiene un llamado a ser luz en su hogar, en su comunidad, en su trabajo y en la iglesia. Ser luz significa reflejar el carácter de Cristo en cada área de nuestra vida.
Muchas veces las mujeres creen que su influencia es limitada, pero la Biblia nos muestra que Dios ha usado a mujeres para impactar generaciones. Rahab, a pesar de su pasado, fue clave en la conquista de Jericó y parte de la genealogía de Jesús (Mateo 1:5). Ana, la profetisa, pasó años orando en el templo y fue una de las primeras en reconocer a Jesús como el Mesías (Lucas 2:36-38). María Magdalena, quien había sido liberada de demonios, fue la primera en anunciar la resurrección de Cristo (Juan 20:16-18).
Cada mujer tiene una esfera de influencia. Puede ser su familia, sus amistades, su iglesia o incluso redes sociales. Ser luz significa vivir con integridad, amor y fe, de manera que otros puedan ver a Cristo a través de nosotras.
Sin embargo, ser luz no siempre será fácil. En un mundo que promueve valores contrarios a la Palabra de Dios, mantenerse firme en la fe puede traer rechazo o burlas. Pero Jesús nos llamó a no esconder nuestra luz, sino a brillar con valentía.
Cómo ser luz en el mundo:
- A través del ejemplo: Una vida de amor, paciencia y servicio impacta más que mil palabras.
- A través del testimonio: Compartir lo que Dios ha hecho en nuestra vida puede inspirar a otros a acercarse a Él.
- A través del servicio: Jesús enseñó que el más grande es el que sirve. Cada acto de bondad es una oportunidad para reflejar su amor.
- A través de la oración: Orar por otros es una manera poderosa de influenciar espiritualmente nuestro entorno.
- A través de la Palabra: No podemos ser luz sin estar conectadas con la fuente de luz, que es la Palabra de Dios.
Si cada mujer creyente entendiera su papel como luz en este mundo, la sociedad sería transformada. No importa cuán grande o pequeño sea el lugar donde Dios te ha puesto; lo importante es que tu vida refleje a Cristo.
Conclusión
Dios ha dado identidad y propósito a la mujer. No eres un accidente, no eres insignificante, no eres olvidada. Dios te ha llamado con un propósito eterno y te ha dado la misión de ser luz en este mundo.
Hoy es el momento de caminar en esa identidad, de rechazar las mentiras del enemigo y de vivir con la certeza de que eres valiosa, amada y enviada para hacer la diferencia.
Mujer, eres importante para Dios. Brilla con la luz que Él ha puesto en ti.