Introducción
La vida cristiana está marcada por un llamado a la consagración a Dios. Este concepto es fundamental para entender nuestra relación con el Señor, y se refleja en nuestras acciones, pensamientos y decisiones. Consagrar nuestras vidas a Dios significa apartarnos para Su servicio, buscando vivir de acuerdo con Su voluntad y para Su gloria. Este bosquejo tiene como objetivo explorar lo que significa vivir una vida consagrada a Dios, los pasos necesarios para alcanzarla y los resultados de tal consagración.
Texto Base:
Romanos 12:1-2 (RVR1960): “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
I. Definición de una Vida Consagrada
Para comprender qué significa vivir una vida consagrada a Dios, debemos entender el significado de “consagración”. En las Escrituras, el término se refiere a “apartarse” o “dedicarse” completamente a Dios y a Su obra. Esto no implica solo una parte de nuestras vidas, sino todo nuestro ser.
A. Apartados para Dios
La consagración no es un acto superficial o temporal. Involucra una decisión consciente y permanente de vivir para Dios. La vida consagrada es una vida apartada del pecado y dedicada a cumplir los propósitos divinos.
Versículo Clave:
2 Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”
Al ser una “nueva criatura” en Cristo, somos llamados a vivir de una manera diferente, apartados de los valores de este mundo y enfocados en los valores del Reino de Dios.
B. El Costo de la Consagración
Consagrarse a Dios no es una decisión ligera. Implica sacrificios, negarse a uno mismo y una vida de obediencia constante. Jesús mismo habló de contar el costo del discipulado.
Versículo Clave:
Lucas 9:23: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.”
El costo de seguir a Cristo implica dejar de lado nuestros deseos personales y someternos completamente a Su voluntad.
II. El Proceso de Consagración
El proceso de consagración no es algo que ocurre automáticamente al recibir la salvación. Es un proceso continuo de transformación y santificación por medio del Espíritu Santo. Hay pasos clave que todo cristiano debe seguir para vivir una vida consagrada a Dios.
A. Presentar el Cuerpo como Sacrificio Vivo
El primer paso hacia una vida consagrada es presentar nuestro cuerpo como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Esto significa que nuestros cuerpos, que son templos del Espíritu Santo, deben ser utilizados para glorificar a Dios.
Versículo Clave:
1 Corintios 6:19-20: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.”
Nuestros cuerpos deben estar al servicio de Dios y no ser utilizados para cumplir los deseos carnales o mundanos.
B. Renovar la Mente
Otro aspecto crucial de la consagración es la renovación de nuestra mente. El mundo constantemente trata de moldearnos según sus patrones, pero la Escritura nos llama a ser transformados por la renovación de nuestro entendimiento.
Versículo Clave:
Efesios 4:23-24: “Y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.”
Esta renovación ocurre cuando meditamos en la Palabra de Dios y permitimos que sus verdades cambien nuestra forma de pensar y vivir. Al hacer esto, comenzamos a ver la vida desde la perspectiva de Dios y no desde una visión mundana.
C. La Obediencia a la Voluntad de Dios
Una vida consagrada está marcada por la obediencia constante a la voluntad de Dios. No podemos simplemente decir que estamos consagrados a Él; nuestras acciones deben reflejar nuestra consagración. La obediencia es un fruto esencial de una vida entregada a Dios.
Versículo Clave:
Juan 14:15: “Si me amáis, guardad mis mandamientos.”
La verdadera consagración se manifiesta cuando vivimos en obediencia a la Palabra de Dios. Esto no es algo que hacemos por obligación, sino por amor a nuestro Salvador.
III. Resultados de una Vida Consagrada
Vivir una vida consagrada a Dios trae consigo bendiciones y resultados profundos, no solo en nuestra vida personal, sino también en nuestra relación con los demás y con Dios.
A. Una Relación Más Íntima con Dios
Cuando consagramos nuestras vidas a Dios, experimentamos una relación más profunda e íntima con Él. Nos volvemos más sensibles a Su voz y a Su dirección.
Versículo Clave:
Santiago 4:8: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.”
La consagración crea un espacio en nuestras vidas para que Dios obre de manera poderosa. Al apartarnos del pecado y del mundo, nos acercamos a Dios y experimentamos Su presencia de una manera más tangible.
B. La Transformación Personal
La consagración trae consigo un cambio profundo en nuestra vida. No solo nos alejamos del pecado, sino que nos transformamos en personas que reflejan el carácter de Cristo.
Versículo Clave:
2 Corintios 3:18: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”
Esta transformación es continua y nos lleva a ser más semejantes a Cristo en nuestra conducta, pensamientos y actitudes.
C. Frutos Espirituales
Una vida consagrada también se manifiesta en la producción de frutos espirituales. Estos frutos son el resultado de vivir en obediencia y comunión con el Espíritu Santo.
Versículo Clave:
Gálatas 5:22-23: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.”
La consagración nos lleva a cultivar estas virtudes en nuestras vidas, lo que no solo nos beneficia a nosotros, sino también a aquellos que nos rodean.
IV. Los Obstáculos a la Consagración
A pesar de los beneficios y la necesidad de una vida consagrada, hay obstáculos que pueden impedirnos alcanzar este nivel de entrega a Dios.
A. El Amor al Mundo
El primer gran obstáculo es el amor a las cosas de este mundo. Vivimos en una sociedad que constantemente nos tienta con placeres y deseos que están en contra de la voluntad de Dios.
Versículo Clave:
1 Juan 2:15-16: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.”
Debemos estar atentos a no conformarnos con los estándares de este mundo, sino buscar agradar a Dios en todo.
B. El Orgullo y la Autosuficiencia
Otro obstáculo es el orgullo y la creencia de que podemos vivir nuestras vidas sin la ayuda de Dios. La autosuficiencia nos aleja de depender completamente de Él.
Versículo Clave:
Santiago 4:6: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.”
Dios nos llama a ser humildes y depender de Él en todo momento.
Conclusión
La vida consagrada a Dios es un llamado a cada cristiano. No es una opción, sino una respuesta natural a la obra de salvación que Dios ha realizado en nuestras vidas. Consagrar nuestras vidas a Dios significa apartarnos del mundo, vivir en obediencia a Su Palabra y buscar constantemente Su voluntad. Es un proceso continuo de transformación y santificación, guiado por el Espíritu Santo.
Vivir una vida consagrada trae bendiciones profundas, una relación más íntima con Dios, y una vida llena de frutos espirituales. A pesar de los obstáculos, con la ayuda del Espíritu Santo podemos vivir una vida que glorifique a Dios en todo lo que hacemos.
Romanos 12:1-2 nos recuerda que nuestro culto racional es presentar nuestras vidas como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Que este sea nuestro deseo y nuestra meta diaria.