Texto base: 1 Tesalonicenses 4:16-17 (RVR1960)
“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.”
Querida iglesia, hoy nos reunimos para meditar en uno de los temas más poderosos, esperanzadores y también urgentes de nuestra fe cristiana: el arrebatamiento de la Iglesia. Esta no es una enseñanza más, no es una profecía lejana o irrelevante. El arrebatamiento es una promesa gloriosa, un suceso inminente que puede ocurrir en cualquier momento, y que marcará el fin de una era y el inicio de la eternidad con nuestro Señor Jesucristo.
Vivimos en un mundo acelerado, donde los días pasan y las noticias nos inundan de incertidumbre. Pero en medio de toda esa confusión, los hijos de Dios tenemos una esperanza firme: Jesús viene otra vez, no como vino la primera vez en un pesebre, sino en gloria y poder, para llevarse a Su pueblo, a Su iglesia, a los redimidos por Su sangre.
Al hablar del arrebatamiento, no estamos tratando con una fantasía, ni con una leyenda. Estamos hablando de un hecho profetizado por Jesús mismo, confirmado por los apóstoles y reafirmado por el Espíritu Santo en los corazones de los creyentes. Es una doctrina fundamental que alimenta nuestra santidad, nuestra vigilancia y nuestra pasión por vivir una vida digna del llamamiento que hemos recibido.
Hoy quiero invitarte a reflexionar conmigo sobre tres aspectos clave del arrebatamiento:
¿Qué es exactamente el arrebatamiento y cómo ocurrirá?
¿Quiénes serán arrebatados y qué pasará con ellos?
¿Cómo debemos vivir a la luz de esta promesa?
Esta prédica no tiene la intención de asustarte, sino de despertarte. No está diseñada para que temas, sino para que te prepares. El arrebatamiento es una muestra del amor de Dios, que no dejará a su pueblo en medio de la gran tribulación que viene sobre el mundo.
Mi oración es que, al terminar este mensaje, sientas un fuego renovado por vivir para Cristo, un anhelo profundo por Su venida y una urgencia santa por compartir el evangelio con aquellos que aún no conocen esta gloriosa esperanza.
Así que, abre tu corazón, abre tu mente, y prepárate para ser edificado por la Palabra de Dios, porque Jesús viene, y viene pronto.
1. ¿Qué es el Arrebatamiento y Cómo Ocurrirá?
Texto de apoyo: Juan 14:2-3 (RVR1960)
“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.”
El arrebatamiento, también conocido como el rapto de la Iglesia, es un evento futuro en el cual Jesucristo vendrá, no a la tierra, sino en las nubes, para llevarse consigo a todos los que le pertenecen. Es decir, a los creyentes nacidos de nuevo, tanto los que han muerto en Cristo como los que estén vivos en ese momento.
La palabra “arrebatamiento” proviene del griego “harpazo”, que significa “tomar de repente”, “arrebatar con fuerza” o “sacar rápidamente”. En la traducción latina de la Biblia (la Vulgata), se utiliza la palabra “raptus”, de donde proviene la palabra “rapto”. Es una intervención divina que ocurrirá de forma repentina, visible solo para los creyentes, y que marcará el comienzo de una nueva etapa en el plan profético de Dios.
¿Cómo ocurrirá el arrebatamiento?
La Biblia nos ofrece una descripción clara y emocionante de cómo sucederá:
El Señor mismo descenderá del cielo
No enviará a un ángel, no delegará a nadie. Él mismo vendrá. ¡Qué acto tan glorioso y personal! El Rey de reyes vendrá a buscar a Su esposa.Con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios
Esta no será una venida silenciosa. Habrá una señal poderosa, celestial. Una voz que sólo los redimidos entenderán. Será un llamado espiritual, una trompeta que resonará en lo profundo del alma del creyente.Los muertos en Cristo resucitarán primero
Aquellos que murieron con la fe en Jesús, que entregaron sus vidas al Salvador, serán resucitados en cuerpos glorificados. Sus cuerpos se levantarán incorruptibles, y sus almas se unirán a ellos en el aire.Luego, los que estemos vivos y hayamos quedado
Si estamos vivos en ese momento, seremos transformados en un abrir y cerrar de ojos, y nuestros cuerpos mortales serán revestidos de inmortalidad (1 Corintios 15:51-52).Seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes
En un instante, todos seremos reunidos: los que resucitaron y los que fueron transformados. Volaremos al encuentro del Señor en el aire. ¡Una reunión gloriosa, indescriptible!Y así estaremos siempre con el Señor
Esta es la promesa final. Nunca más nos separaremos de Cristo. Estaremos con Él por la eternidad. Ya no habrá lágrimas, dolor, pecado ni muerte. Sólo gloria, paz y comunión con Dios.
¿Cuándo ocurrirá el arrebatamiento?
Jesús fue claro en que nadie sabe el día ni la hora (Mateo 24:36). No se trata de predecir fechas, sino de vivir preparados. El arrebatamiento es inminente. Puede ocurrir hoy mismo, en cualquier momento. Y esa es precisamente la intención de Dios: que vivamos con un corazón vigilante, como las vírgenes prudentes que tenían aceite en sus lámparas, esperando al esposo.
Muchos confunden el arrebatamiento con la Segunda Venida de Cristo, pero son eventos distintos:
En el arrebatamiento, Jesús viene por Su Iglesia, y se queda en el aire.
En la Segunda Venida, Jesús viene con Su Iglesia, y desciende a la tierra para establecer su Reino Milenial.
Por eso es crucial entender que el arrebatamiento es un acto de amor, de rescate, de redención final. Es como el novio que viene a buscar a su esposa para llevarla al banquete. Nosotros, la Iglesia, somos la novia. Y el banquete eterno está preparado.
2. ¿Quiénes serán arrebatados y qué pasará con ellos?
Texto de apoyo: Mateo 24:40-42 (RVR1960)
“Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada. Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor.”
Esta porción de las Escrituras nos confronta con una verdad profunda: no todos serán arrebatados. El arrebatamiento no es universal, no es automático, ni se trata simplemente de haber asistido a una iglesia o de identificarse como cristiano de forma superficial. Es un evento exclusivo para los verdaderos creyentes: los nacidos de nuevo, aquellos que han rendido su vida completamente a Jesucristo.
¿Quiénes serán tomados?
1. Los que han nacido de nuevo
Jesús dijo: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el Reino de Dios” (Juan 3:3). El nuevo nacimiento es un cambio espiritual radical. No es una reforma externa, es una transformación interna. Son aquellos que han confesado a Jesús como su Señor y Salvador, han sido lavados por Su sangre y han recibido el Espíritu Santo.
2. Los que viven en santidad
Hebreos 12:14 dice: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.” No se trata de una santidad perfecta, sino de una santidad intencional, sincera, un estilo de vida apartado para Dios. Aquellos que, aunque caen, se levantan y perseveran, amando más a Cristo que al mundo.
3. Los que están velando y esperando Su venida
Jesús contó la parábola de las diez vírgenes (Mateo 25). Todas eran parte del grupo, todas tenían lámparas, todas esperaban al esposo. Pero sólo cinco eran prudentes: tenían aceite en sus lámparas. ¿Qué representa ese aceite? La presencia del Espíritu Santo, una vida de comunión constante con Dios, vigilancia espiritual.
La advertencia fue clara: “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora.” El arrebatamiento no es para los distraídos, es para los despiertos. Es para los que viven con el corazón encendido, esperando ese toque celestial.
¿Qué pasará con los que sean arrebatados?
1. Recibirán cuerpos glorificados
1 Corintios 15:52 dice: “Seremos transformados.” No más enfermedad, no más debilidad, no más pecado. Tendremos cuerpos como el de Jesús resucitado. Cuerpos preparados para la eternidad, incorruptibles, inmortales.
2. Serán llevados a la presencia del Señor
Seremos llevados a las “bodas del Cordero” (Apocalipsis 19:7-9). Este es un momento glorioso en el cielo, donde Cristo se unirá eternamente con Su Iglesia. Ya no habrá separación, ya no habrá más llanto ni dolor. Solo gloria, paz y comunión perfecta con Dios.
3. Escaparán de la gran tribulación
Jesús dijo en Lucas 21:36:
“Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.”
La gran tribulación será un tiempo de juicio, caos, sufrimiento y manifestación del Anticristo. El arrebatamiento es el medio por el cual Dios libra a Su pueblo de esa hora de prueba. No es una escapatoria cobarde, es una promesa de protección para los fieles.
4. Serán recompensados
Después del arrebatamiento, los creyentes comparecerán ante el “tribunal de Cristo” (2 Corintios 5:10), no para juicio de condenación, sino para recibir recompensas según lo que hicieron en esta vida. Es un tribunal de evaluación, de reconocimiento, donde el Señor honrará a Sus siervos fieles.
3. ¿Cómo Debemos Vivir a la Luz del Arrebatamiento?
Texto de apoyo: 1 Juan 3:2-3 (RVR1960)
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.”
Si creemos que Jesús viene pronto… si realmente creemos que el arrebatamiento es una realidad que puede suceder en cualquier momento… ¿cómo debemos vivir? Esta no es solo una doctrina para estudiar, sino una verdad que transforma. La esperanza del arrebatamiento debería moldear cada decisión, cada hábito, cada relación y cada sueño en nuestras vidas.
1. Debemos vivir en santidad
No podemos ignorar esta verdad: el cielo es un lugar santo, preparado para un pueblo santo. Como dijo Pedro:
“Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16).
La santidad no es una carga religiosa, es una respuesta de amor. No vivimos en santidad para ganarnos el cielo, sino porque somos ciudadanos del cielo. Si tú esperas a Cristo, no puedes estar entreteniéndote con el pecado. No puedes vivir de manera tibia, mundana o indiferente.
La santidad se manifiesta en decisiones diarias: lo que vemos, lo que hablamos, cómo tratamos a otros, cómo manejamos el dinero, cómo usamos nuestro tiempo. Cada aspecto de nuestra vida debe reflejar que somos propiedad de Cristo y que vivimos esperando Su venida.
2. Debemos vivir con urgencia
Efesios 5:16 nos exhorta a “aprovechar bien el tiempo, porque los días son malos”. Esta vida es un soplo, y lo que hagamos para Dios debemos hacerlo ahora. No hay tiempo que perder.
¿A quién has dejado de evangelizar por temor o por pereza?
¿A qué ministerio Dios te ha llamado y sigues postergando?
¿Hay áreas de tu vida que necesitan ser ordenadas hoy?
La urgencia del arrebatamiento debe empujarnos a vivir con pasión por lo eterno. No podemos estar dormidos espiritualmente. Necesitamos ser como los atalayas que están en la torre, vigilantes, alertas, listos para sonar la trompeta.
3. Debemos vivir con esperanza
El mundo vive lleno de miedo: guerras, crisis, enfermedades, desastres naturales. Pero nosotros, el pueblo de Dios, vivimos con esperanza. Nuestra mirada no está en lo que vemos, sino en lo que creemos. Sabemos que nuestro Redentor vive, y que Él viene a buscarnos.
La esperanza del arrebatamiento debe traer consuelo a nuestros corazones. Así lo dijo Pablo:
“Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.” (1 Tesalonicenses 4:18)
Cuando estés triste, recuerda: Jesús viene.
Cuando enfrentes pruebas, recuerda: Jesús viene.
Cuando sientas que el mundo se desmorona, recuerda: Jesús viene.
4. Debemos vivir ocupados en la obra del Señor
No estamos llamados a quedarnos mirando al cielo, sino a trabajar mientras llega el día. Jesús dijo:
“Negociad entre tanto que vengo.” (Lucas 19:13)
El arrebatamiento no debe llevarnos al ocio espiritual, sino a una mayor diligencia. ¡Este es el tiempo de predicar, de orar, de servir, de dar, de interceder, de discipular, de sembrar para la eternidad!
Recuerda la advertencia de Jesús en Mateo 24:46:
“Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.”
Que el Señor nos halle sirviendo con fidelidad, sin excusas, sin distracciones, sabiendo que nuestro trabajo en el Señor no es en vano.
Conclusión
Hermanos y hermanas, el arrebatamiento no es una teoría, es una promesa viva. No es un símbolo, es una realidad futura. Y no es un mensaje para asustar, sino un llamado al despertar. Jesús vendrá como ladrón en la noche, sin previo aviso, sin repetición. Y en ese instante eterno, todo cambiará para siempre.
Hoy más que nunca, necesitamos una iglesia despierta, vigilante, apasionada, que viva con los ojos puestos en el cielo, pero con los pies firmes en la tierra cumpliendo su propósito.
Tal vez te has enfriado. Tal vez la rutina de la vida, las preocupaciones, los placeres de este mundo te han robado el enfoque. Pero hoy el Espíritu Santo te está diciendo:
“Es tiempo de volver. Es tiempo de prepararte. Es tiempo de vivir como si Cristo viniera hoy.”
Pregúntate con honestidad:
¿Estoy listo para ser arrebatado?
¿Estoy viviendo en santidad?
¿Estoy cumpliendo mi llamado?
¿Estoy ayudando a otros a prepararse?
Jesús no vendrá por una iglesia perfecta, pero sí vendrá por una iglesia preparada, limpia, apasionada, comprometida con Él.
Hoy es el día para renovar tu pacto, para limpiar tu lámpara, para llenarte del aceite del Espíritu Santo, para decirle: “Señor, aquí estoy. Quiero estar listo. Quiero que me encuentres sirviendo, esperando, amando tu venida.”
Oración Final
Oremos juntos:
Señor Jesús, gracias por tu promesa gloriosa. Gracias porque no nos dejaste solos, sino que nos diste la esperanza del arrebatamiento. Hoy reconocemos que hemos sido distraídos, fríos, ocupados en cosas pasajeras. Pero en este momento, volvemos a ti. Renueva en nosotros el fuego de tu Espíritu. Ayúdanos a vivir con santidad, con urgencia, con pasión por tu venida. Haznos velar, haznos predicar, haznos servir con todo el corazón. Señor, no queremos quedarnos. Queremos ser parte de tu novia, esa iglesia gloriosa que subirá contigo en las nubes. Ven, Señor Jesús. Te esperamos con anhelo. En tu nombre oramos, Amén.