Queridos hermanos y hermanas, que la paz de nuestro Señor Jesucristo esté con todos ustedes. Hoy quiero compartir una palabra que tiene el poder de transformar nuestras vidas, de mostrarnos el amor incomparable de Dios y su deseo de acercarnos a Él, no por nuestros méritos, sino por su pura gracia y misericordia. El título de esta prédica es: “El Rey te mandó a llamar”.
Nos basaremos en una historia conmovedora que se encuentra en 2 Samuel 9. Es la historia de Mefi-boset, el hijo de Jonatán, nieto del rey Saúl. Pero más allá de ser una historia histórica, es una imagen poderosa de lo que Cristo ha hecho por nosotros. Vamos a explorar juntos lo que significa cuando el Rey, nuestro Señor Jesucristo, nos manda a llamar.
Contexto de la historia
La historia de Mefi-boset comienza muchos años antes de los eventos de 2 Samuel 9. Su abuelo, el rey Saúl, fue el primer rey de Israel, pero desobedeció a Dios y perdió su reino. Su padre, Jonatán, era el mejor amigo de David, el joven que fue ungido por Dios para ser el siguiente rey de Israel. Jonatán y David hicieron un pacto de amistad, un pacto de amor mutuo, y Jonatán sabía que David sería el próximo rey. A pesar de que Jonatán era el heredero legítimo al trono según las tradiciones humanas, él reconoció el llamado de Dios sobre David y lo apoyó.
En una batalla contra los filisteos, tanto Saúl como Jonatán murieron, y en medio del caos que siguió, el reino de Saúl se desmoronó. En este caos, Mefi-boset, que era solo un niño pequeño, fue llevado por su nodriza para salvar su vida, pero en su huida, el niño cayó y quedó lisiado de ambas piernas. Desde ese momento, Mefi-boset vivió en la oscuridad, olvidado y sin esperanza.
Pero un día, años después, cuando David ya era rey, recordó su pacto con Jonatán. El rey preguntó: “¿Queda alguien de la casa de Saúl a quien pueda mostrar misericordia por amor a Jonatán?” (2 Samuel 9:1). Es aquí donde comienza nuestra reflexión.
El Rey Te Llama a Pesar de Tu Condición
La primera lección que podemos extraer de esta historia es que el Rey te llama a pesar de tu condición. Mefi-boset no estaba buscando al rey. Él vivía en un lugar llamado Lo-debar, que literalmente significa “tierra árida” o “lugar sin pasto”. Era un lugar de olvido, un lugar de miseria, un lugar donde la gente se escondía de la sociedad.
De la misma manera, muchos de nosotros estamos en Lo-debar espiritualmente. Estamos lejos de Dios, heridos por la vida, cargando las cicatrices de nuestros errores, de las caídas del pasado, de las consecuencias de decisiones que tomamos o que otros tomaron por nosotros. Mefi-boset era lisiado, incapaz de caminar por sus propios medios, y probablemente pensaba que estaba condenado a vivir el resto de su vida en el anonimato y la pobreza.
Sin embargo, el rey David lo mandó a llamar. Mefi-boset no hizo nada para ganarse ese llamado. No tenía poder, ni riqueza, ni influencia. Lo único que lo conectaba con el rey era el pacto que David había hecho con su padre Jonatán. Y de la misma manera, nosotros no somos llamados por Dios debido a nuestros méritos o nuestras buenas obras. Somos llamados porque Jesús, el Hijo de Dios, hizo un pacto eterno por nosotros.
Pablo escribe en Efesios 2:8-9: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Es un regalo inmerecido. El Rey te manda a llamar no por quién eres, sino por quién es Él. Él te llama a pesar de tu condición.
El Rey Te Llama para Restaurarte
Cuando Mefi-boset fue traído ante el rey David, imagina el miedo que debió sentir. Según la costumbre de la época, era común que los nuevos reyes eliminaran a los descendientes del antiguo rey para evitar cualquier amenaza al trono. Mefi-boset probablemente esperaba la muerte cuando fue llamado a la presencia de David.
Pero en lugar de juicio, David le mostró misericordia. David le dijo: “No tengas temor, porque yo a la verdad haré contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre, y te devolveré todas las tierras de Saúl tu padre, y tú comerás siempre a mi mesa” (2 Samuel 9:7). No solo fue perdonado, sino que fue restaurado a una posición de honor. David le devolvió las tierras que pertenecían a su familia y le ofreció un lugar permanente en su mesa, como si fuera uno de sus propios hijos.
Esto es una hermosa imagen de lo que Dios hace por nosotros. No solo nos perdona nuestros pecados, sino que nos restaura a una relación con Él. Nos invita a su mesa. Apocalipsis 3:20 dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. El llamado de Dios no es simplemente para perdonarte y dejarte donde estás, sino para traerte a una nueva vida, una vida abundante en su presencia.
En Cristo, somos adoptados en la familia de Dios. Romanos 8:15 nos dice: “No habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!”. Ahora, podemos sentarnos a la mesa del Rey, no como siervos, sino como hijos.
El Rey Te Da un Nuevo Propósito
Finalmente, el llamado del Rey no solo es para perdonarte y restaurarte, sino para darte un nuevo propósito. Cuando Mefi-boset fue llamado por David, su vida cambió para siempre. De vivir en el olvido y la miseria, pasó a vivir en el palacio, en la presencia del rey.
De la misma manera, cuando respondemos al llamado de Dios, nuestra vida cambia radicalmente. Ya no somos personas sin propósito, vagando por la vida sin dirección. En Cristo, encontramos nuestra verdadera identidad y propósito. Somos llamados a ser embajadores del reino de Dios, a vivir vidas que reflejen su amor y su justicia.
Efesios 2:10 nos recuerda que somos “hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Dios tiene un plan y un propósito para tu vida, y cuando respondes a su llamado, te invita a participar en su misión de redimir el mundo.
Mefi-boset fue llamado a vivir en la mesa del rey, pero también fue llamado a cuidar las tierras que le fueron restauradas. De igual manera, cuando Dios te llama, te da responsabilidades en su reino. Él te da dones y talentos para que los uses para su gloria.
Conclusión
Queridos hermanos y hermanas, hoy el Rey te está llamando. No importa cuál sea tu condición, no importa dónde te encuentres, Dios te llama porque te ama, porque hizo un pacto eterno a través de su Hijo Jesucristo. Él no solo te llama para perdonarte, sino para restaurarte y darte un propósito nuevo en su reino.
Así como Mefi-boset fue sacado de Lo-debar, tú también puedes ser sacado de cualquier lugar de oscuridad, vergüenza o dolor en el que te encuentres. El Rey te llama a su mesa, a su presencia, para que vivas como un hijo o una hija del Rey.
No ignores ese llamado. Responde hoy, porque el Rey te mandó a llamar.