Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy quiero que juntos meditemos en un tema tan profundo, vasto e importante para nuestras vidas como creyentes: la gloria de Dios. A lo largo de la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la gloria de Dios es uno de los temas recurrentes. Pero, ¿qué es exactamente la gloria de Dios? ¿Cómo podemos experimentarla en nuestra vida diaria? ¿Y por qué es esencial entenderla y vivir en función de ella?
Antes de comenzar, quisiera orar y pedirle al Señor que abra nuestros corazones y nuestras mentes para que podamos recibir Su palabra y ser transformados por ella.
Oración
Señor, te damos gracias por este día. Te pedimos que tu Espíritu Santo nos guíe y nos ilumine mientras exploramos las maravillas de tu gloria. Permite que estas palabras no sean solo teoría, sino que toquen nuestros corazones y nos conduzcan a una vida que te glorifique en todo. En el nombre de Jesús. Amén.
¿Qué es la gloria de Dios?
La gloria de Dios es una de esas realidades divinas que escapan a una definición humana precisa. A menudo, cuando hablamos de la gloria, pensamos en algo majestuoso, brillante y lleno de esplendor. Sin embargo, cuando la Biblia habla de la gloria de Dios, se refiere a algo mucho más profundo.
En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea para gloria es “kabod”, que significa peso o sustancia. En otras palabras, la gloria de Dios es lo que da “peso” o importancia a su presencia. Es la manifestación visible y tangible de su santidad, majestad, y poder. Es lo que vemos cuando Dios se muestra a Su pueblo de una manera que revela quién es Él.
Un ejemplo claro de la manifestación de la gloria de Dios se encuentra en Éxodo 24:16-17, cuando Dios descendió sobre el monte Sinaí: “Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte”.
En el Nuevo Testamento, la palabra griega para gloria es “doxa”, que también implica esplendor y grandeza. Es el brillo que acompaña la presencia de Dios. Jesús mismo es la manifestación perfecta de la gloria de Dios. Hebreos 1:3 nos dice: “Él es el resplandor de la gloria de Dios, la expresión exacta de su ser”. En Jesucristo, vemos la gloria de Dios hecha carne, caminando entre nosotros.
La gloria de Dios en la creación
Uno de los aspectos más asombrosos de la gloria de Dios es que se refleja en toda su creación. El Salmo 19:1 declara: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”. Cada estrella en el cielo, cada montaña, cada océano, cada flor, testifican del esplendor del Creador.
Cuando miramos la naturaleza, vemos vislumbres de la gloria de Dios. Cada detalle en la creación —desde las maravillas del cosmos hasta la complejidad de una célula— nos habla de la sabiduría, el poder y la belleza del Creador. Al observar la creación, nuestro corazón debería llenarse de asombro y adoración, reconociendo que detrás de todo está la mano de Dios.
Sin embargo, no podemos olvidar que la creación es solo un reflejo parcial de la gloria de Dios. Aunque podemos ver su obra en lo creado, la gloria plena de Dios es mucho más majestuosa y está más allá de lo que podemos imaginar. Pero lo maravilloso es que Dios no se quedó distante; se reveló a nosotros de manera más personal y completa a través de Jesucristo.
La gloria de Dios en Jesucristo
La revelación suprema de la gloria de Dios es Jesucristo. Como mencionamos anteriormente, Jesús es el resplandor de la gloria de Dios. En Juan 1:14, leemos: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.
Aquí, Juan nos está diciendo que la gloria de Dios no es solo una fuerza distante o una luz brillante. En Jesús, la gloria de Dios se hizo humana, tangible. Jesús, con su vida, muerte y resurrección, nos mostró de manera perfecta quién es Dios y cuál es su carácter.
Cuando Jesús hizo milagros, como cuando sanó al ciego o resucitó a Lázaro, estaba revelando la gloria de Dios. Pero lo más impactante es que la mayor manifestación de la gloria de Dios no se vio en esos actos poderosos, sino en la cruz. En la cruz, Jesús mostró el amor de Dios de una manera que el mundo jamás había visto. La cruz, en su aparente debilidad, es el lugar donde la gloria de Dios brilla con mayor fuerza, porque allí vemos su justicia, su misericordia y su amor en acción.
La gloria de Dios en nuestras vidas
Como seguidores de Cristo, hemos sido llamados a vivir para la gloria de Dios. Este es un principio clave que debe gobernar cada aspecto de nuestras vidas. 1 Corintios 10:31 nos exhorta: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”.
Esto significa que todo lo que hacemos, ya sea en las cosas pequeñas o en las grandes, debe ser hecho con el propósito de honrar a Dios. La forma en que trabajamos, cómo tratamos a nuestra familia, cómo servimos a los demás, todo debe reflejar nuestra dedicación a glorificar a Dios.
Pero, ¿cómo podemos vivir para la gloria de Dios en un mundo que constantemente nos empuja a buscar nuestra propia gloria? Para hacerlo, debemos tener una relación íntima con Jesús. Solo a través de Él podemos verdaderamente conocer y experimentar la gloria de Dios en nuestras vidas. Cuando pasamos tiempo en oración, en la Palabra, y en comunión con otros creyentes, comenzamos a reflejar su gloria.
2 Corintios 3:18 nos dice: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. Esto significa que a medida que contemplamos a Jesús, su gloria nos transforma. Poco a poco, vamos siendo moldeados para parecer más a Él, y en ese proceso, nuestra vida comienza a reflejar la gloria de Dios al mundo.
El llamado a proclamar la gloria de Dios
No solo estamos llamados a vivir para la gloria de Dios, sino también a proclamarla. El mundo necesita ver y conocer la gloria de Dios, y nosotros somos los mensajeros encargados de llevar esa luz a las naciones.
Jesús nos dijo en Mateo 5:14-16: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. […] Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
Nuestra misión como creyentes es reflejar la gloria de Dios en todo lo que hacemos para que otros puedan verlo y ser atraídos a Él. Cuando vivimos de manera que honra a Dios, cuando mostramos su amor, su justicia y su verdad, estamos proclamando su gloria a un mundo que está en tinieblas.
Conclusión
Queridos hermanos, la gloria de Dios es lo más sublime que podemos contemplar y experimentar en nuestras vidas. Desde la creación hasta la cruz, Dios ha estado revelando su gloria al mundo. Pero no es solo algo que debemos observar desde lejos; es algo en lo que estamos llamados a participar.
Oremos para que nuestras vidas sean transformadas por la gloria de Dios, y que en todo lo que hagamos, vivamos para honrar y exaltar su santo nombre.
Oración final
Señor, te damos gracias por tu gloria, por revelarte a nosotros a través de Jesucristo. Ayúdanos a vivir de manera que refleje tu gloria al mundo. Que cada área de nuestras vidas esté dedicada a honrarte y exaltarte. En el nombre de Jesús, amén.