Texto Base: Santiago 3:5-6
“Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y es inflamada por el infierno”.
Introducción
Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy vamos a reflexionar sobre un tema que a menudo ignoramos, pero que tiene un impacto enorme en nuestras vidas espirituales y en nuestras relaciones con los demás: la lengua. La Biblia nos habla en muchas ocasiones sobre el poder de las palabras y cómo la lengua, aunque pequeña, puede ser un instrumento de bendición o de maldición.
En nuestra vida cotidiana, usamos nuestra lengua para comunicarnos, enseñar, y expresar emociones. Sin embargo, la Escritura nos advierte del peligro que tiene si no la controlamos. Santiago nos recuerda que la lengua, aunque pequeña, puede encender un gran fuego de maldad y contaminar todo el cuerpo. Esto no debe tomarse a la ligera. Jesús también dijo en Mateo 12:36, “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio”. Así que, hoy vamos a profundizar en cómo debemos usar nuestra lengua para la gloria de Dios y para edificación de los demás.
La Lengua como Reflejo del Corazón
La Biblia es clara en que nuestras palabras reflejan lo que hay en nuestro corazón. En Mateo 12:34, Jesús dice: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca”. Esto significa que lo que decimos no es simplemente un producto de nuestras emociones o de la situación en la que nos encontramos, sino que revela el estado de nuestro corazón. Si tenemos un corazón lleno de amargura, orgullo, enojo o pecado, eso se manifestará en nuestras palabras. Si, en cambio, tenemos un corazón lleno del amor de Dios, nuestras palabras serán palabras de vida, de paz y de edificación.
Esto nos lleva a un punto importante: debemos cuidar nuestro corazón para controlar nuestra lengua. Si estamos constantemente expuestos a pensamientos y sentimientos negativos, es inevitable que nuestra lengua lo refleje. Pero si alimentamos nuestro corazón con la Palabra de Dios, con oración y con pensamientos de bondad, nuestras palabras serán reflejo de la obra transformadora de Dios en nosotros. Proverbios 4:23 nos recuerda: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”.
El Poder Creativo y Destructivo de la Lengua
Las palabras tienen poder. En el relato de la creación en Génesis, vemos que Dios creó el mundo por medio de Su palabra: “Dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” (Génesis 1:3). Este poder de la palabra también nos ha sido dado, aunque en menor medida. Nuestras palabras tienen el poder de crear, de edificar, pero también de destruir.
Proverbios 18:21 dice: “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos”. Con nuestras palabras podemos levantar a alguien, infundir ánimo y esperanza, o podemos destruir su espíritu, causarle daño y dolor. Pensemos cuántas veces una palabra mal dicha ha causado heridas profundas en alguien que amamos. Las cicatrices emocionales que dejan las palabras pueden durar toda la vida. Un insulto, una crítica o un chisme pueden destruir la reputación y la confianza de una persona.
Por otro lado, con palabras de aliento y amor podemos traer vida. ¿Cuántas veces una palabra de ánimo ha cambiado el día de alguien? ¿Cuántas veces una oración sincera, una palabra de consuelo, ha levantado a alguien que estaba en un profundo sufrimiento?
Efesios 4:29 nos aconseja: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”. Como cristianos, debemos ser conscientes de que nuestras palabras tienen un impacto, ya sea positivo o negativo, en quienes nos rodean.
El Chisme y la Calumnia: Peligros Mortales
Uno de los mayores peligros que la lengua puede desatar es el chisme. En muchas ocasiones, el chisme parece algo inofensivo o trivial, pero las Escrituras nos advierten que es un pecado grave. Proverbios 16:28 dice: “El hombre perverso levanta contienda, y el chismoso aparta a los mejores amigos”. El chisme divide a las personas, destruye amistades y siembra discordia en la comunidad.
La calumnia es otro veneno que puede salir de nuestra boca. Hablar mal de alguien, especialmente sin pruebas o con intención de dañarlo, es una forma de destruir su reputación y su vida. Como cristianos, estamos llamados a edificar, no a destruir. Jesús nos enseñó a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y eso incluye cómo hablamos de los demás.
Debemos resistir la tentación de usar nuestra lengua para propagar el chisme o la calumnia. Santiago 1:26 nos advierte: “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana”. Si realmente queremos vivir una vida que agrade a Dios, debemos controlar nuestras palabras.
Cómo Usar la Lengua para la Gloria de Dios
Entonces, ¿cómo podemos usar nuestra lengua de manera que honre a Dios? Aquí hay algunas formas prácticas:
a) Hablar con sabiduría y prudencia. Proverbios 15:28 dice: “El corazón del justo piensa para responder, mas la boca de los impíos derrama malas cosas”. Antes de hablar, debemos pensar si nuestras palabras glorifican a Dios, si son edificantes, si son verdaderas y si son necesarias. Muchas veces es mejor guardar silencio que decir algo que pueda herir o causar daño.
b) Alabar a Dios y dar gracias. Nuestra lengua debe ser un instrumento para alabar a Dios y agradecerle por Sus bendiciones. El salmista dice en Salmos 34:1: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca”. Al usar nuestra lengua para adorar, recordamos que todo lo que tenemos viene de Él y eso transforma nuestra perspectiva sobre la vida.
c) Animar y consolar a los demás. En 1 Tesalonicenses 5:11, se nos dice: “Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis”. Podemos usar nuestra lengua para animar a nuestros hermanos en la fe, para consolar a los que sufren y para levantar a los que están caídos. Nuestras palabras pueden ser un bálsamo para el alma de quienes lo necesitan.
d) Testificar del amor de Cristo. Finalmente, nuestra lengua debe ser usada para proclamar el Evangelio. En Romanos 10:9, se nos dice que con nuestra boca confesamos para salvación. Debemos usar nuestras palabras para hablar a otros del amor de Cristo, de Su sacrificio y de la esperanza que tenemos en Él.
Conclusión
Hermanos y hermanas, la lengua es un don poderoso que Dios nos ha dado, pero conlleva una gran responsabilidad. No podemos controlar nuestra lengua por nosotros mismos; necesitamos la ayuda del Espíritu Santo. Solo cuando estamos llenos del Espíritu de Dios podemos usar nuestra lengua para bendecir y no para maldecir, para edificar y no para destruir.
Oremos al Señor para que Él nos ayude a ser conscientes de nuestras palabras, que nos dé un corazón lleno de amor y de Su Palabra, para que nuestras palabras sean un reflejo de Su gracia y verdad.
Que el Señor nos conceda sabiduría para hablar con prudencia, amor para edificar a los demás, y valentía para proclamar Su Evangelio. Amén.