Prédica Cristiana: La obediencia

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy nos reunimos para reflexionar sobre un tema crucial en nuestra vida espiritual: la obediencia a Dios. La obediencia es un acto fundamental para quienes hemos decidido seguir a Cristo, pues refleja nuestra fe, nuestro amor y nuestra confianza en el Señor. La Biblia nos enseña, desde el principio hasta el final, que la obediencia a Dios es la clave para vivir conforme a su voluntad y recibir sus bendiciones.

¿Qué es la obediencia?

La obediencia, en términos sencillos, es actuar conforme a lo que Dios ha mandado. No es solo seguir una lista de reglas o cumplir mandatos por miedo al castigo, sino que la obediencia cristiana tiene como raíz el amor a Dios y la confianza en su bondad y sabiduría. Jesús mismo dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). Aquí, nuestro Señor nos muestra que la obediencia no es una carga, sino una expresión de amor. No obedecemos para ganar el favor de Dios, sino porque ya hemos sido amados, rescatados y bendecidos por Él.

La obediencia es, además, un acto de fe. Confiamos en que lo que Dios nos pide es lo mejor para nosotros, aunque a veces no lo entendamos. Pensemos en la historia de Abraham. Cuando Dios le pidió que ofreciera a su hijo Isaac en sacrificio, Abraham no dudó. Él confiaba en que Dios tenía un propósito mayor, incluso si la orden parecía ilógica y dolorosa. Su fe en Dios fue tan grande que obedeció sin vacilar, y su obediencia fue recompensada: Dios detuvo el sacrificio y lo bendijo con la promesa de una descendencia numerosa (Génesis 22).

El ejemplo de Cristo en la obediencia

No podemos hablar de obediencia sin mencionar a Jesús, nuestro máximo ejemplo. Cristo vivió una vida de completa sumisión a la voluntad de su Padre celestial. Desde su nacimiento hasta su muerte en la cruz, Jesús obedeció en todo, incluso cuando ello implicó sufrimiento. En Filipenses 2:8, leemos: “Y hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Esta es la obediencia suprema: la de entregar la propia vida por amor a Dios y a la humanidad.

En el Huerto de Getsemaní, justo antes de ser arrestado, Jesús oró: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39). Aunque el sufrimiento que le esperaba era inimaginable, Jesús obedeció. No solo por amor a nosotros, sino también porque confiaba en la perfecta voluntad de su Padre.

La obediencia de Cristo nos muestra que a veces ser fieles a Dios implica pasar por momentos difíciles. No siempre será fácil obedecer, pero podemos estar seguros de que, al final, la obediencia siempre produce frutos de vida, paz y salvación.

Los frutos de la obediencia

Dios no nos manda a obedecerle solo para ponernos a prueba o para ver hasta dónde llega nuestra sumisión. La obediencia trae consigo grandes bendiciones y resultados positivos en nuestra vida.

  1. La obediencia nos acerca a Dios: Cuando seguimos los mandamientos del Señor, nuestra relación con Él se fortalece. El pecado, por el contrario, nos separa de Dios, pero la obediencia nos mantiene cerca de su presencia y su guía. En Santiago 4:8, leemos: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”. Al obedecer, damos pasos hacia Dios, y Él, en su amor, se acerca a nosotros.

  2. La obediencia trae paz y gozo: En un mundo lleno de incertidumbres, la obediencia a Dios nos otorga una paz que el mundo no puede entender. Al hacer su voluntad, experimentamos un gozo profundo, porque sabemos que estamos viviendo conforme al propósito para el cual fuimos creados. Como dice el Salmo 119:165: “Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo”.

  3. La obediencia produce bendición: La Palabra de Dios está llena de promesas para aquellos que le obedecen. En Deuteronomio 28, Dios declara que si escuchamos su voz y guardamos sus mandamientos, seremos bendecidos en la ciudad y en el campo, en nuestra entrada y salida, y en todo lo que hagamos. Pero estas bendiciones no son solo materiales, sino también espirituales: la bendición de la comunión con Dios, de la paz interior y del gozo eterno.

La obediencia en lo pequeño y lo grande

Algunos cristianos piensan que la obediencia a Dios solo se manifiesta en grandes decisiones o sacrificios. Sin embargo, la obediencia también se demuestra en los detalles más pequeños de nuestra vida diaria. Jesús enseñó que “el que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel” (Lucas 16:10). Esto significa que nuestra disposición para obedecer a Dios en pequeñas acciones refleja nuestra capacidad para obedecer en asuntos más grandes.

Por ejemplo, ser amable con nuestros vecinos, servir a los demás sin esperar nada a cambio, ser honestos en el trabajo, y mantener una actitud de gratitud en todo momento son formas de obediencia que honran a Dios. Cuando cultivamos un corazón dispuesto a obedecer en las pequeñas cosas, nos preparamos para ser fieles en las grandes pruebas y desafíos que puedan venir.

La lucha contra la desobediencia

A pesar de conocer la importancia de la obediencia, todos luchamos contra la desobediencia. Esta lucha es parte de nuestra naturaleza humana caída. Desde Adán y Eva en el Jardín del Edén, la humanidad ha tenido una inclinación hacia la desobediencia. Pero en Cristo, tenemos la fuerza para vencer este impulso.

El apóstol Pablo reconocía esta batalla interna cuando escribió: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Romanos 7:19). Sin embargo, él también nos recuerda que la victoria es posible gracias a Cristo. A través del Espíritu Santo, podemos vencer nuestras inclinaciones pecaminosas y vivir en obediencia.

Debemos recordar que la obediencia no significa perfección, sino una disposición constante a buscar la voluntad de Dios. Habrá momentos en que caigamos y desobedezcamos, pero lo importante es levantarnos, arrepentirnos y seguir caminando en la dirección correcta. La gracia de Dios nos permite volver a Él una y otra vez.

La obediencia como testimonio

Finalmente, la obediencia a Dios no solo nos beneficia a nosotros, sino que también es un poderoso testimonio para el mundo. Cuando vivimos conforme a la voluntad de Dios, mostramos a los demás quién es Él. Jesús nos llamó a ser la luz del mundo y la sal de la tierra (Mateo 5:13-14). Nuestra obediencia a sus mandamientos es una manera de brillar ante los demás y atraerlos hacia el Evangelio.

Cuando nuestros amigos, familiares o compañeros de trabajo ven que vivimos de manera diferente, siendo compasivos, honestos y justos, se preguntan qué nos motiva. Esa es nuestra oportunidad de compartir el amor de Cristo y el poder transformador de su Palabra.

Conclusión

Queridos hermanos, la obediencia a Dios no es una opción ni una carga, sino un privilegio. Es la manera en que demostramos nuestro amor y fe en Él. Al obedecer, no solo nos acercamos más a Dios, sino que también recibimos sus bendiciones, experimentamos su paz y nos convertimos en testigos de su amor en el mundo. Que el ejemplo de Jesucristo, quien obedeció hasta la muerte, sea nuestra guía y nuestra inspiración diaria.

Oremos para que el Señor nos dé un corazón obediente, que se deleite en hacer su voluntad en lo pequeño y en lo grande, sabiendo que, al final, la obediencia nos lleva a la vida eterna y a la comunión plena con nuestro Padre celestial. Amén.

Alejandro Rodriguez

Mi nombre es Alejandro Rodríguez y soy un hombre profundamente devoto a Dios. Desde que tengo memoria, siempre he sentido una presencia en mi vida, pero no fue hasta un momento muy particular que esa presencia se convirtió en el centro de todo lo que soy y hago.Soy el orgulloso padre de tres maravillosos hijos: Daniel, Pablo y María. Cada uno de ellos ha sido una bendición en mi vida, y a través de ellos, he aprendido el verdadero significado de la fe y la responsabilidad. Ahora también tengo el privilegio de ser abuelo de dos nietos, Miguel y Santiago, quienes llenan mi corazón de alegría y esperanza para el futuro.La historia de mi devoción a Dios comenzó en un momento oscuro de mi vida. Cuando tenía 35 años, pasé por una experiencia que lo cambió todo. Sufrí un accidente automovilístico muy grave, uno que, según los médicos, era casi imposible de sobrevivir. Recuerdo haber estado atrapado entre los hierros del coche, sintiendo que el final estaba cerca. En ese instante, mientras luchaba por respirar, una paz indescriptible me envolvió. Sentí una mano invisible que me sostenía y una voz en lo más profundo de mi ser que me decía: "No es tu hora, aún tienes una misión por cumplir".Sobreviví al accidente contra todo pronóstico médico, y esa experiencia me llevó a reevaluar mi vida y a buscar más profundamente el propósito que Dios tenía para mí. Me di cuenta de que había estado viviendo sin una dirección clara, enfocado en lo material y lo inmediato, pero ese encuentro con lo divino me mostró que había algo mucho más grande que yo debía hacer.Así nació Sermones Cristianos, un sitio web que fundé con el único propósito de difundir el mensaje de Dios a todo el mundo. Creé este espacio para que cualquiera, en cualquier lugar, pudiera acceder a la palabra de Dios y encontrar consuelo, guía y esperanza en sus momentos más difíciles, tal como yo lo hice. Mi misión es llevar el amor y el consuelo de Dios a aquellos que lo necesitan, a través de sermones inspiradores y mensajes de fe.Cada día, al despertar, agradezco a Dios por la nueva oportunidad de servirle. Mi vida ha sido un testimonio de la gracia y el poder de Dios, y mi mayor anhelo es compartir esa experiencia con los demás, para que también puedan sentir su presencia en sus vidas.

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