Prédica Cristiana: La Vida que Agrada a Dios

Texto base:
“Os ruego, pues, hermanos, por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
—Romanos 12:1-2

Introducción

Amados hermanos, hoy hablaremos de un tema central en nuestra vida cristiana: “La vida que agrada a Dios”. Como hijos de Dios, nuestra mayor aspiración debe ser vivir de una manera que honre Su nombre y refleje Su carácter. El texto base de Romanos 12:1-2 nos da una guía clara sobre cómo lograr esto.

El apóstol Pablo comienza con un llamado urgente: “Os ruego, pues, hermanos, por las misericordias de Dios…”. Este ruego no es una sugerencia ligera; es una invitación apremiante basada en la misericordia que hemos recibido de Dios. ¿Cuántos de nosotros recordamos diariamente esas misericordias? La salvación, el perdón, el amor incondicional… Todo esto nos lleva a responderle con gratitud.

A lo largo de este mensaje, exploraremos cinco áreas fundamentales para vivir una vida que agrada a Dios:

  1. Presentarnos como sacrificio vivo.
  2. Renovar nuestra mente.
  3. Vivir en santidad.
  4. Servir con amor y humildad.
  5. Proclamar el evangelio.

Es mi oración que al meditar en estas verdades, salgamos de aquí determinados a buscar una vida que glorifique a nuestro Señor en todo.

1. Presentarnos como sacrificio vivo

“Presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.” (Romanos 12:1)

Hermanos, la palabra “sacrificio” nos lleva de vuelta al Antiguo Testamento, donde los sacrificios eran ofrecidos en el templo como un acto de adoración y expiación. Pero ahora, Pablo nos llama a ser nosotros mismos el sacrificio. Esto no significa que debamos morir físicamente, sino que vivamos entregados completamente a Dios.

Un sacrificio vivo es aquel que pone a Dios en el centro de cada decisión. No se trata solo de lo que hacemos en la iglesia, sino de cómo vivimos cada día. Nuestros cuerpos, nuestras acciones, nuestras palabras… todo debe reflejar que somos de Él. Esto requiere rendición total, dejando atrás nuestros deseos egoístas y sometiéndonos a Su voluntad.

Pablo también menciona que este sacrificio debe ser santo. Ser santo significa ser apartado para Dios. No podemos vivir como el mundo vive y al mismo tiempo agradar a Dios. Nuestro culto racional es el resultado de una decisión consciente y lógica: Si Dios nos ha dado todo, ¿cómo no darle todo a Él?

Preguntémonos: ¿Hemos rendido completamente nuestras vidas al Señor? ¿Hay áreas en las que estamos resistiendo Su señorío? Un sacrificio vivo no es una entrega parcial, sino total. Hoy es el día de subir al altar y decirle al Señor: “Aquí estoy, úsame conforme a tu propósito”.

2. Renovar nuestra mente

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento…” (Romanos 12:2a)

Hermanos, vivimos en un mundo que constantemente intenta moldearnos según sus valores. Desde las redes sociales hasta las conversaciones diarias, se nos presiona a conformarnos. Pero Pablo nos advierte: “No os conforméis a este siglo”. Esto significa que no debemos permitir que el mundo determine cómo pensamos, sentimos o actuamos.

La clave para evitar esta conformidad es la renovación de nuestra mente. ¿Y cómo se logra esta renovación? A través de la Palabra de Dios. Cuando leemos, meditamos y aplicamos la Escritura, nuestra manera de pensar es transformada. Dejamos de ver las cosas desde una perspectiva humana y comenzamos a verlas como Dios las ve.

La renovación de nuestra mente también implica rechazar las mentiras del enemigo. Muchas veces, el diablo intenta sembrar dudas y temores en nuestro corazón. Nos dice que no somos suficientes, que Dios no nos ama o que nuestros problemas son más grandes que nuestro Dios. Pero cuando nuestra mente está llena de la verdad de la Palabra, podemos discernir y rechazar esas mentiras.

Renovar nuestra mente es un proceso diario. No es algo que ocurre de la noche a la mañana. Cada día debemos tomar tiempo para llenarnos de Su verdad y permitir que Su Espíritu Santo trabaje en nosotros. Recordemos que una mente renovada es esencial para comprobar “cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.

3. Vivir en santidad

“Sed santos, porque yo soy santo.” (1 Pedro 1:16)

La santidad no es opcional para el creyente. Es un mandato. Sin embargo, a menudo confundimos la santidad con la perfección. Ser santo no significa ser perfecto, sino estar apartado para Dios, viviendo de una manera que refleja Su carácter.

Hermanos, vivimos en un mundo lleno de tentaciones. La inmoralidad, la avaricia y el orgullo están a nuestro alrededor. Pero como hijos de Dios, estamos llamados a ser diferentes. Esto no significa que no enfrentaremos luchas, pero sí significa que debemos depender del poder del Espíritu Santo para vencer.

La santidad comienza en el corazón. Jesús dijo: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8). Si nuestro corazón está lleno de amargura, envidia o pecado, no podemos agradar a Dios. Por eso es tan importante examinar nuestro interior y permitir que Él nos limpie y transforme.

Además, la santidad se refleja en nuestras acciones. ¿Cómo tratamos a los demás? ¿Cómo manejamos nuestro tiempo y recursos? ¿Estamos viviendo de una manera que da gloria a Dios? La santidad no es solo evitar el pecado, sino también buscar lo que es bueno, justo y puro.

Pidámosle al Señor que nos ayude a vivir en santidad. Recordemos que no podemos lograrlo en nuestras propias fuerzas, pero Su gracia es suficiente para capacitarnos.

4. Servir con amor y humildad

“Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.” (Gálatas 5:13)

Una vida que agrada a Dios es una vida de servicio. Jesús mismo dijo: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir” (Mateo 20:28). Si queremos seguir Su ejemplo, debemos ser siervos de los demás.

El servicio que agrada a Dios no es impulsado por el orgullo o la obligación, sino por el amor. Cuando servimos por amor, nuestras acciones reflejan el corazón de Cristo. Esto puede ser algo tan simple como ofrecer una palabra de ánimo o tan grande como dedicar nuestro tiempo y recursos para ayudar a los necesitados.

La humildad es clave en el servicio. Pablo nos recuerda en Filipenses 2:3: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo.” El orgullo nunca glorifica a Dios. En cambio, la humildad nos permite reconocer que todo lo que hacemos es por Su gracia.

¿Estamos sirviendo con amor y humildad? Preguntémonos: ¿Estamos dispuestos a salir de nuestra zona de confort para ayudar a otros? Recordemos que cuando servimos a los demás, en realidad estamos sirviendo al Señor.

5. Proclamar el evangelio

“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” (Marcos 16:15)

Por último, una vida que agrada a Dios es una vida que proclama Su evangelio. Hemos sido llamados a ser luz en medio de las tinieblas y a compartir las buenas nuevas con aquellos que aún no conocen a Cristo.

Proclamar el evangelio no es solo para pastores o evangelistas; es una tarea para todos los creyentes. Esto no significa que debamos ser predicadores elocuentes, pero sí que debemos estar dispuestos a compartir lo que Dios ha hecho en nuestras vidas.

El evangelio es el mensaje más poderoso del mundo. Es el poder de Dios para salvación (Romanos 1:16). Pero para que otros lo escuchen, debemos hablar. Tal vez sea en el trabajo, en la escuela o en nuestra comunidad. Cada día es una oportunidad para sembrar semillas de fe.

Además, nuestra vida debe respaldar nuestro mensaje. Si hablamos del amor de Dios pero no lo mostramos en nuestras acciones, nuestro testimonio pierde credibilidad. Vivamos de manera que otros puedan ver a Cristo en nosotros y ser atraídos hacia Él.

Conclusión

Hermanos, vivir una vida que agrada a Dios no es fácil, pero es posible con Su ayuda. Cada día debemos decidir presentarnos como sacrificios vivos, renovar nuestra mente, vivir en santidad, servir con amor y proclamar Su evangelio.

Que esta sea nuestra oración diaria: “Señor, ayúdame a vivir de una manera que te agrade. Que mi vida sea un reflejo de tu amor y gloria”. Amén.

Alejandro Rodriguez

Mi nombre es Alejandro Rodríguez y soy un hombre profundamente devoto a Dios. Desde que tengo memoria, siempre he sentido una presencia en mi vida, pero no fue hasta un momento muy particular que esa presencia se convirtió en el centro de todo lo que soy y hago.Soy el orgulloso padre de tres maravillosos hijos: Daniel, Pablo y María. Cada uno de ellos ha sido una bendición en mi vida, y a través de ellos, he aprendido el verdadero significado de la fe y la responsabilidad. Ahora también tengo el privilegio de ser abuelo de dos nietos, Miguel y Santiago, quienes llenan mi corazón de alegría y esperanza para el futuro.La historia de mi devoción a Dios comenzó en un momento oscuro de mi vida. Cuando tenía 35 años, pasé por una experiencia que lo cambió todo. Sufrí un accidente automovilístico muy grave, uno que, según los médicos, era casi imposible de sobrevivir. Recuerdo haber estado atrapado entre los hierros del coche, sintiendo que el final estaba cerca. En ese instante, mientras luchaba por respirar, una paz indescriptible me envolvió. Sentí una mano invisible que me sostenía y una voz en lo más profundo de mi ser que me decía: "No es tu hora, aún tienes una misión por cumplir".Sobreviví al accidente contra todo pronóstico médico, y esa experiencia me llevó a reevaluar mi vida y a buscar más profundamente el propósito que Dios tenía para mí. Me di cuenta de que había estado viviendo sin una dirección clara, enfocado en lo material y lo inmediato, pero ese encuentro con lo divino me mostró que había algo mucho más grande que yo debía hacer.Así nació Sermones Cristianos, un sitio web que fundé con el único propósito de difundir el mensaje de Dios a todo el mundo. Creé este espacio para que cualquiera, en cualquier lugar, pudiera acceder a la palabra de Dios y encontrar consuelo, guía y esperanza en sus momentos más difíciles, tal como yo lo hice. Mi misión es llevar el amor y el consuelo de Dios a aquellos que lo necesitan, a través de sermones inspiradores y mensajes de fe.Cada día, al despertar, agradezco a Dios por la nueva oportunidad de servirle. Mi vida ha sido un testimonio de la gracia y el poder de Dios, y mi mayor anhelo es compartir esa experiencia con los demás, para que también puedan sentir su presencia en sus vidas.

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