Texto base: Éxodo 3:1-12
“Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Y Él respondió: Ve, porque yo estaré contigo…”
Introducción
Las Escrituras están llenas de momentos extraordinarios en los que Dios se revela a hombres y mujeres comunes, transformando sus vidas y dándoles un propósito eterno. La historia de Moisés y la zarza ardiendo no es solo una narración del pasado, sino un testimonio vivo del carácter y la forma en la que Dios actúa.
Moisés estaba en el desierto, cuidando ovejas, una rutina que para cualquiera sería aburrida y monótona. No era un rey, ni un guerrero. No estaba en el templo orando ni buscando activamente la voz de Dios. Y es precisamente en ese escenario tan cotidiano donde Dios lo llama.
Esto nos enseña que nuestro Dios no es distante ni inaccesible. Él nos busca donde estamos, nos llama por nuestro nombre y nos invita a entrar en su propósito divino. La zarza ardiendo representa ese momento santo e inusual que Dios utiliza para capturar nuestra atención y revelarse.
1. El desierto: El lugar donde Dios nos prepara
La historia comienza con Moisés en el desierto, lejos del esplendor de Egipto y de la familia que lo crió. Durante cuarenta años, Moisés había sido pastor de ovejas, un trabajo humilde para un hombre que alguna vez había sido príncipe. Este período de anonimato y soledad no fue un tiempo perdido, sino un tiempo de preparación.
El desierto en la Biblia simboliza un tiempo de prueba, reflexión y transformación. Así como Moisés, muchos de nosotros hemos pasado o pasamos por “desiertos” en nuestra vida: momentos de dificultad, de soledad o de aparente estancamiento.
Pero el desierto tiene un propósito. Es allí donde Dios trabaja en nuestro carácter, nos enseña a depender de Él y nos despoja de lo que sobra. Moisés no sabía que Dios estaba preparándolo para ser líder de su pueblo. Quizá hoy no entiendes por qué atraviesas el desierto, pero Dios ve el final de la historia. Él te está formando para un llamado mayor.
Reflexión personal:
¿Estás dispuesto a permitir que Dios te forme en el desierto? No subestimes las temporadas difíciles; son un campo de entrenamiento para tu propósito.
2. La zarza que arde: Dios llama nuestra atención
La zarza que ardía pero no se consumía fue algo inusual. En un desierto, ver fuego no era extraño, pero ver una zarza ardiendo continuamente sin consumirse sí lo era. Moisés, atraído por este fenómeno, decidió acercarse.
Aquí vemos una verdad fundamental: Dios utiliza lo extraordinario en medio de lo ordinario para capturar nuestra atención. No fue una señal deslumbrante ni una voz atronadora, sino algo sencillo, pero con un mensaje profundo. La zarza representa la manera en que Dios nos llama en los detalles de la vida.
¿Cuántas veces pasamos por alto las “zarzas ardiendo” en nuestra vida? Tal vez Dios te está llamando a través de una conversación con un amigo, una crisis inesperada, o una profunda sensación de insatisfacción espiritual. Las zarzas ardiendo no siempre son espectaculares, pero sí son señales claras de que Dios quiere hablar contigo.
Reflexión personal:
¿Estás atento a las maneras en que Dios puede estar llamando tu atención? Tal vez lo está haciendo en este mismo momento. La clave está en tener un corazón dispuesto a escuchar.
3. “Quita las sandalias”: La santidad de Dios y nuestra respuesta
Cuando Moisés se acercó a la zarza, Dios le dijo: “No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.” (Éxodo 3:5).
Este momento es crucial porque revela una de las verdades más importantes acerca de Dios: Él es santo. La santidad de Dios significa que Él es completamente puro, perfecto y apartado del pecado. La zarza ardía porque estaba envuelta en la presencia santa de Dios.
Dios le pidió a Moisés que se quitara las sandalias, un gesto que simbolizaba humildad, reverencia y respeto. Las sandalias, que tocaban la tierra sucia, representan las impurezas del mundo. Al quitárselas, Moisés estaba reconociendo la santidad de Dios y su propia necesidad de presentarse limpio ante Él.
Nosotros también debemos responder a la santidad de Dios con humildad y reverencia. A veces nos acercamos a Dios con indiferencia, sin reconocer Su grandeza y Su pureza. Pero el Dios que habló a Moisés sigue siendo el mismo Dios santo que nos invita a acercarnos a Él.
Reflexión personal:
¿Qué “sandalias” necesitas quitarte hoy? ¿Qué impurezas, actitudes o distracciones te están impidiendo presentarte con un corazón reverente ante Dios?
4. El Dios que ve, oye y actúa
Dios le dijo a Moisés: “He visto la aflicción de mi pueblo… he oído su clamor… pues he conocido sus angustias.” (Éxodo 3:7).
En estas palabras, vemos el corazón compasivo de Dios. Él no es un Dios lejano ni indiferente. Él ve, oye y siente nuestro sufrimiento. Israel había estado esclavizado en Egipto por generaciones, y aunque parecía que Dios estaba en silencio, Él nunca dejó de escuchar sus clamores.
¿Cuántas veces nos sentimos solos en medio de nuestro dolor, creyendo que Dios nos ha olvidado? La historia de Moisés nos recuerda que Dios siempre está atento. Aunque no siempre actúa de inmediato, Su tiempo es perfecto, y Su plan es más grande de lo que podemos imaginar.
Reflexión personal:
¿Estás atravesando una situación difícil y sientes que Dios no te escucha? Recuerda que Él ve tu dolor, oye tus oraciones y está obrando a tu favor.
5. Moisés y sus dudas: “¿Quién soy yo?”
Cuando Dios le dijo a Moisés que lo enviaría a liberar a Israel, Moisés respondió: “¿Quién soy yo para que vaya a Faraón?” (Éxodo 3:11). Moisés dudaba de sí mismo, recordando su pasado, sus fracasos y su falta de elocuencia.
La respuesta de Dios fue simple pero poderosa: “Yo estaré contigo.” (Éxodo 3:12). Aquí aprendemos que la misión de Dios no depende de nuestras capacidades, sino de Su presencia.
Cuántas veces, como Moisés, nos sentimos inadecuados para lo que Dios nos pide. Miramos nuestras limitaciones y olvidamos quién está con nosotros. Pero Dios no necesita personas perfectas; Él necesita personas dispuestas a confiar en Él.
Reflexión personal:
Dios no te llama por quién eres, sino por quién Él es. ¿Estás dispuesto a confiar en Su promesa de que Él estará contigo?
Conclusión
La zarza ardiendo fue el punto de partida en la transformación de Moisés. De ser un pastor anónimo, pasó a ser el líder que Dios utilizó para liberar a todo un pueblo.
Este encuentro nos enseña que Dios todavía está llamando a hombres y mujeres comunes a cumplir propósitos extraordinarios. Tal vez hoy Dios te está llamando a acercarte más a Su presencia, a despojarte de todo lo que te impide escucharle y a confiar en Su poder para cumplir Su misión.
Reflexión final:
¿Responderás al llamado de Dios como Moisés lo hizo? Escucha la voz de Dios, quítate las “sandalias” del pecado y la indiferencia, y permite que el “Yo Soy” te guíe a cumplir el propósito que Él tiene para tu vida.
Oración final:
“Señor, gracias porque eres un Dios que ve, oye y actúa. Perdónanos si hemos ignorado tu llamado. Hoy venimos a ti con humildad, reconociendo tu santidad y nuestro deseo de obedecerte. Llámanos, muéstranos tu propósito y ayúdanos a confiar en tu presencia. En el nombre de Jesús, amén.”