Introducción
Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy nos reunimos en el amor del Señor para reflexionar sobre una pregunta crucial que Jesús mismo hizo a uno de sus discípulos más cercanos: “¿Me amas?”. Esta pregunta, aunque dirigida específicamente a Pedro en el Evangelio de Juan, resuena a lo largo de los siglos y llega hasta nosotros hoy. Es una pregunta que no solo desafía nuestra fe, sino que también nos invita a examinar el estado de nuestro corazón y nuestra relación con Dios.
El texto que vamos a estudiar se encuentra en Juan 21:15-17. Este pasaje relata el momento en que Jesús, después de su resurrección, se aparece a sus discípulos junto al Mar de Galilea. Tras compartir una comida con ellos, Jesús se dirige a Pedro y le hace esta pregunta tres veces: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Esta repetición no es casual; cada vez que Jesús le pregunta a Pedro, revela algo más profundo sobre la naturaleza del amor y el compromiso que el Señor espera de nosotros.
El Contexto de la Pregunta
Para entender la magnitud de esta pregunta, es crucial recordar lo que ocurrió antes de este momento. Pedro, uno de los discípulos más cercanos a Jesús, había negado conocerlo tres veces durante la noche de la Pasión, justo antes de la crucifixión. A pesar de su promesa de ser leal hasta la muerte, Pedro falló en el momento de mayor prueba. Este encuentro con Jesús después de la resurrección no solo es una oportunidad para Pedro de ser restaurado, sino que también es una llamada a todos nosotros para reconsiderar la profundidad de nuestro amor por Cristo.
El Significado de “Amor” en el Contexto Bíblico
Cuando Jesús le pregunta a Pedro “¿Me amas?”, en el texto original griego se utilizan dos palabras diferentes para “amor”. Las dos primeras veces, Jesús usa la palabra “ágape”, que se refiere a un amor incondicional y sacrificial, el tipo de amor que Dios tiene por nosotros. La tercera vez, Jesús usa la palabra “filia”, que se refiere a un amor fraternal, un cariño más humano y cercano. Este cambio de palabras es significativo y nos ayuda a entender la profundidad de la pregunta de Jesús.
El amor “ágape” es el ideal al que todos estamos llamados. Es un amor que va más allá de las emociones y se traduce en acción, en obediencia y en sacrificio. Es el tipo de amor que llevó a Jesús a la cruz. Pero Jesús también reconoce nuestra humanidad, nuestra capacidad limitada para amar con ese tipo de amor perfecto. Al usar “filia” en la tercera pregunta, Jesús muestra compasión y comprensión hacia Pedro, y por extensión, hacia nosotros.
Reflexionando Sobre Nuestro Propio Amor por Cristo
La pregunta de Jesús a Pedro, “¿Me amas?”, es una que Él nos hace hoy. Nos invita a reflexionar sobre la calidad y la profundidad de nuestro amor por Él. No se trata simplemente de un amor emocional o de palabras vacías. Jesús nos llama a un amor que se manifieste en nuestras acciones, en nuestra obediencia y en nuestra disposición a seguirle, incluso cuando es difícil.
El Amor que Transforma
Cuando realmente amamos a Cristo, nuestro amor no puede quedarse en el ámbito de las palabras o los sentimientos internos. El verdadero amor por Jesús nos transforma. Nos lleva a vivir de una manera que refleja su amor en todo lo que hacemos. En Juan 14:15, Jesús dice: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Este versículo es crucial porque nos muestra que el amor verdadero se demuestra a través de la obediencia.
Obedecer a Cristo no es siempre fácil. Requiere renunciar a nuestros propios deseos, a nuestra comodidad, y a veces, incluso a nuestros sueños. Pero cuando amamos a Jesús con todo nuestro corazón, alma y mente, encontramos que sus mandamientos no son gravosos, sino una alegría, porque entendemos que obedecerle es la forma en que le mostramos nuestro amor.
El Amor que Restaura
Así como Pedro fue restaurado por Jesús después de su negación, nosotros también podemos encontrar restauración en el amor de Cristo. Ninguno de nosotros es perfecto; todos hemos fallado en amar a Jesús como deberíamos. Hemos sido egoístas, hemos puesto otras cosas por encima de Él, y hemos buscado nuestro propio camino en lugar de seguir el suyo. Pero el amor de Jesús es tan grande que siempre está dispuesto a perdonarnos y restaurarnos.
Cuando Jesús le pregunta a Pedro por tercera vez, Pedro se entristece porque entiende la profundidad de su fracaso. Sin embargo, esa tristeza es el primer paso hacia la restauración. El arrepentimiento genuino, acompañado de un amor renovado por Cristo, nos lleva a una relación más profunda y significativa con Él.
El Amor que Nos Llama al Servicio
Después de cada respuesta de Pedro, Jesús le da una comisión: “Apacienta mis corderos”, “Pastorea mis ovejas”, “Apacienta mis ovejas”. Estas palabras no solo restauran a Pedro, sino que también le asignan una responsabilidad. El amor por Cristo no es pasivo; nos llama a servir a los demás, a cuidar a aquellos que están bajo nuestro cuidado, y a ser pastores, en el sentido más amplio, de aquellos que necesitan guía y apoyo.
Esto nos lleva a una reflexión importante: nuestro amor por Jesús debe manifestarse en la forma en que servimos a los demás. En Mateo 25:40, Jesús dice: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. Aquí, Jesús identifica el amor por los demás con el amor por Él. Cuando amamos y servimos a los demás, especialmente a los más vulnerables, estamos demostrando nuestro amor por Cristo.
La Respuesta a la Pregunta
Entonces, ¿cómo respondemos hoy a la pregunta de Jesús: “¿Me amas?”. Es una pregunta que debemos tomarnos muy en serio. Nuestra respuesta no puede ser solo un “sí” superficial. Debe ser un “sí” que transforme nuestra vida, un “sí” que nos lleve a una mayor obediencia, a un mayor servicio, y a un amor más profundo por aquellos que nos rodean.
Jesús nos llama a un amor que es activo, un amor que no se queda en palabras, sino que se demuestra en nuestras acciones diarias. Nos llama a amarle más que a cualquier otra cosa en este mundo, a ponerle en el centro de nuestras vidas y a seguirle dondequiera que nos guíe.
Conclusión
Queridos hermanos y hermanas, la pregunta “¿Me amas?” es la más importante que Jesús nos hace. Es una pregunta que nos invita a examinar nuestro corazón, a reconsiderar nuestras prioridades y a renovar nuestro compromiso con Él. No importa cuántas veces hayamos fallado, Jesús siempre está dispuesto a restaurarnos y a llamarnos de nuevo a su servicio. Pero para responder correctamente a esta pregunta, debemos estar dispuestos a amarle con todo lo que somos, a obedecerle en todo lo que nos pide y a servir a los demás en su nombre.
Que el Señor nos conceda la gracia de responder con un “sí” sincero y profundo, un “sí” que transforme nuestras vidas y que refleje el amor de Cristo en todo lo que hacemos. Amén.