Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Hoy nos reunimos para reflexionar sobre un tema profundamente espiritual y de gran relevancia para nuestras vidas: “Quita la piedra”. Esta frase, breve pero poderosa, se encuentra en el Evangelio de Juan, capítulo 11, versículo 39, cuando Jesús se acerca a la tumba de Lázaro y, antes de resucitarlo de entre los muertos, da esta orden: “Quiten la piedra”. Este pasaje bíblico es mucho más que una simple narración de un milagro; es una enseñanza espiritual que nos invita a reflexionar sobre nuestras propias vidas, nuestras barreras, y el poder transformador de la fe en Jesús.
El Contexto del Milagro
Para entender completamente el significado de “Quita la piedra”, primero debemos considerar el contexto en el que se desarrolla esta escena. Lázaro, el hermano de Marta y María, había muerto. Su muerte trajo un gran dolor a su familia y amigos, y fue sepultado en una cueva, con una gran piedra cubriendo la entrada. Cuando Jesús llegó, Lázaro ya llevaba cuatro días muerto. El cuerpo estaba sellado dentro de la tumba, y la piedra no solo representaba una barrera física, sino también una simbólica: era el obstáculo que impedía el acceso a la vida.
Jesús, al acercarse a la tumba, pudo ver el dolor y la desesperanza de aquellos que habían perdido a su ser querido. Pero también vio algo más profundo: una fe que necesitaba ser despertada. Antes de realizar el milagro, Jesús dio una instrucción clara: “Quiten la piedra”. Esta orden era esencial, no porque Jesús necesitara que la piedra fuera removida para realizar el milagro, sino porque aquellos presentes necesitaban participar activamente en el proceso de la resurrección de Lázaro.
La Piedra como Símbolo de Obstáculos en Nuestras Vidas
La piedra que sellaba la tumba de Lázaro puede entenderse como un símbolo de los obstáculos que enfrentamos en nuestras propias vidas. Todos tenemos “piedras” que bloquean nuestro camino hacia la plenitud y la vida en Cristo. Estas piedras pueden tomar muchas formas: el miedo, la duda, el resentimiento, la falta de perdón, el pecado, la desesperanza, entre otros.
El Miedo y la Duda: Muchas veces, el miedo y la duda son las piedras más grandes que enfrentamos. Dudamos del poder de Dios para obrar en nuestras vidas, y este escepticismo nos paraliza. Al igual que Marta, que inicialmente cuestionó a Jesús diciendo: “Señor, hiede ya, porque es de cuatro días” (Juan 11:39), nosotros también podemos estar tan enfocados en la realidad tangible de nuestras circunstancias que olvidamos que servimos a un Dios que tiene poder sobre la vida y la muerte.
El Resentimiento y la Falta de Perdón: Otra piedra común es el resentimiento y la falta de perdón. Cuando guardamos rencor en nuestro corazón, estamos permitiendo que una piedra pesada se coloque entre nosotros y la vida abundante que Dios nos ofrece. La falta de perdón puede impedir que experimentemos la libertad y el gozo que provienen de una relación plena con Dios y con los demás.
El Pecado: El pecado, en todas sus formas, es quizás la piedra más evidente que bloquea nuestra comunión con Dios. El pecado nos separa de la vida que Dios quiere darnos. Como Pablo dice en Romanos 6:23, “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Al igual que la piedra que sellaba la tumba, el pecado nos mantiene encerrados en una tumba espiritual.
Participación Activa en el Milagro
Cuando Jesús ordena que se quite la piedra, está invitando a los presentes a participar en el milagro que está a punto de realizar. Esto nos enseña que Dios, aunque omnipotente, nos llama a colaborar con Él en la obra que quiere hacer en nuestras vidas. No es que Jesús necesitara ayuda para resucitar a Lázaro, pero quería que las personas tomaran un paso de fe, un paso hacia la acción, que demostrara su confianza en Él.
Dios no nos pide que hagamos lo imposible; eso es lo que Él hace. Pero sí nos pide que hagamos lo que está en nuestras manos. En este caso, quitar la piedra era una acción sencilla pero significativa. Representaba la disposición de abrirse a lo que Dios estaba a punto de hacer.
La Resurrección y la Vida Nueva
Después de que la piedra fue removida, Jesús llamó a Lázaro a salir de la tumba, y lo que siguió fue uno de los milagros más asombrosos de la Biblia: Lázaro, que estaba muerto, salió vivo, envuelto en vendas funerarias. Este acto es un poderoso símbolo de lo que Jesús quiere hacer en cada uno de nosotros. Él desea llamarnos a salir de nuestras “tumbas”, a liberarnos de las cadenas que nos atan, y a darnos una nueva vida en Él.
La resurrección de Lázaro también apunta a una verdad más profunda: Jesús mismo es la resurrección y la vida. Como Él dijo en Juan 11:25-26: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. Esta promesa no es solo para el futuro, sino también para el presente. Jesús nos ofrece una vida nueva aquí y ahora, una vida abundante que trasciende nuestras circunstancias terrenales.
Aplicación Personal
Entonces, ¿qué significa “quitar la piedra” para nosotros hoy? Nos invita a examinar nuestras vidas y a identificar las piedras que están bloqueando nuestra comunión con Dios y nuestro crecimiento espiritual. ¿Hay algo en tu vida que necesite ser removido para que puedas experimentar la plenitud de la vida en Cristo? Puede ser un hábito, una actitud, un temor, o incluso una relación que no es saludable. Dios nos llama a ser valientes y a tomar la iniciativa para quitar esas piedras, sabiendo que Él está con nosotros y que Su poder es más que suficiente para hacer lo que nosotros no podemos.
Además, “quitar la piedra” también puede significar ayudar a otros a remover las barreras en sus vidas. Como comunidad de fe, estamos llamados a apoyarnos mutuamente, a orar unos por otros, y a trabajar juntos para que todos podamos experimentar la vida abundante que Jesús nos ofrece. No es suficiente simplemente cuidar de nuestra propia tumba; debemos estar dispuestos a ensuciarnos las manos, a involucrarnos en la vida de los demás, y a ser instrumentos de la gracia de Dios.
Conclusión
En resumen, la orden de Jesús de “quitar la piedra” es una invitación a cada uno de nosotros a participar en Su obra redentora. Nos desafía a confrontar y remover los obstáculos que nos impiden vivir plenamente en Cristo, y nos recuerda que, aunque enfrentemos situaciones que parecen imposibles, el poder de Dios está más allá de cualquier barrera. Como Jesús llamó a Lázaro a salir de la tumba, Él nos llama a salir de nuestras propias tumbas espirituales y a vivir una vida nueva en Él.
Hoy, mientras reflexionamos sobre este mensaje, te animo a que te tomes un momento para identificar las piedras en tu vida. No importa cuán grandes o inmovibles puedan parecer, recuerda que Jesús te está llamando a actuar en fe. Él es la resurrección y la vida, y si crees en Él, no hay piedra demasiado grande que pueda impedir que experimentes Su poder transformador.
Que el Señor nos dé la gracia y la fuerza para quitar las piedras que nos impiden recibir Su vida, y que podamos vivir siempre en la plenitud de Su amor y poder.
Amén.