Texto base: Mateo 7:24-27
“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.”
I. La Base de la Vida Cristiana: Cristo como Fundamento
Para edificar nuestra vida cristiana correctamente, lo primero que debemos establecer es una base firme, y esa base es Cristo. En 1 Corintios 3:11 leemos: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.” Esto nos muestra que nuestra vida debe estar cimentada en Cristo y en su enseñanza.
Cuando Jesús contó la parábola de los dos constructores en Mateo 7:24-27, estaba mostrando la diferencia entre edificar sobre la roca y sobre la arena. La roca representa la obediencia a Cristo y su Palabra, mientras que la arena representa una vida sin una relación real con Él. Una casa con un mal fundamento, por más hermosa que parezca, colapsará ante las adversidades.
Muchos intentan edificar su vida sobre logros, riquezas o filosofías humanas, pero todas estas bases son temporales. Solo Cristo nos da una base segura para enfrentar cualquier tempestad de la vida. Cuando nuestras decisiones, valores y carácter están basados en Él, podemos resistir las pruebas sin ser derribados.
Para establecer a Cristo como nuestra base, es necesario rendirnos a Él y permitirle que sea el centro de nuestra vida. No basta con conocer de Él; es necesario vivir en obediencia a su enseñanza. La fe sin acción es una base inestable. Por eso, debemos asegurarnos de construir sobre la roca sólida de su Palabra y su dirección.
II. Los Materiales de Construcción: La Palabra de Dios y la Oración
Una vez que hemos puesto a Cristo como fundamento, debemos continuar edificando con materiales resistentes. Dos elementos esenciales en la construcción de nuestra vida cristiana son la Palabra de Dios y la oración.
La Biblia es nuestra guía y manual de construcción. En 2 Timoteo 3:16-17 se nos dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” La Palabra nos enseña cómo vivir, nos corrige cuando nos desviamos y nos fortalece en tiempos de prueba. Si no leemos y aplicamos la Biblia, nuestra vida cristiana será frágil e inestable.
Por otro lado, la oración es nuestra comunicación con Dios. En Filipenses 4:6 se nos exhorta: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” La oración fortalece nuestra relación con Dios y nos ayuda a recibir dirección divina. Sin una vida de oración, nos volvemos espiritualmente débiles y vulnerables.
Muchos cristianos se debilitan porque descuidan estos materiales esenciales. La falta de lectura bíblica nos deja sin discernimiento, y la falta de oración nos separa de la fuente de poder. Si queremos edificar una vida cristiana fuerte, debemos asegurarnos de construir con la Palabra y la oración de manera constante.
III. El Proceso de Edificación: La Obediencia y la Santidad
No basta con tener buenos materiales; también debemos seguir un proceso adecuado de edificación. En la vida cristiana, este proceso implica obediencia y santidad.
Jesús dejó claro en Juan 14:15: “Si me amáis, guardad mis mandamientos.” La obediencia es la manifestación de un amor genuino por Dios. Cuando seguimos sus mandamientos, nos mantenemos en el camino correcto y evitamos las trampas del pecado. La desobediencia es como construir con materiales defectuosos; tarde o temprano, la estructura colapsará.
Asimismo, la santidad es esencial en nuestra construcción. 1 Pedro 1:15-16 nos dice: “Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.” La santidad no es opcional, sino un llamado de Dios para cada creyente.
Vivir en santidad implica apartarnos del pecado y buscar agradar a Dios en todo. No podemos edificar una vida fuerte si permitimos grietas de impureza, resentimiento o desobediencia. Cada acción de obediencia refuerza nuestra estructura espiritual, permitiéndonos crecer en fortaleza y estabilidad.
IV. Los Desafíos de la Edificación: Pruebas y Tentaciones
Toda construcción enfrenta desafíos, y la vida cristiana no es la excepción. Jesús mencionó que la lluvia, los ríos y los vientos golpearán nuestra casa, representando las pruebas y tentaciones que enfrentamos.
Las pruebas vienen para fortalecer nuestra fe. Santiago 1:2-3 nos enseña: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.” Aunque las pruebas son difíciles, Dios las usa para purificarnos y madurar nuestro carácter.
Por otro lado, las tentaciones buscan destruirnos. 1 Pedro 5:8 advierte: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.” Si no estamos firmes en Cristo, podemos caer en pecado y debilitar nuestra construcción.
¿Cómo resistir las pruebas y tentaciones? Confiando en Dios, aferrándonos a su Palabra y buscando la fortaleza del Espíritu Santo. Las dificultades no deben derribarnos, sino impulsarnos a una relación más profunda con Dios.
V. La Comunidad como Apoyo en la Edificación
Nadie edifica solo. En la vida cristiana, la comunidad juega un papel crucial. Dios nos diseñó para vivir en comunión con otros creyentes, fortalecernos mutuamente y crecer juntos en la fe.
Hebreos 10:24-25 nos exhorta: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.”
La iglesia es un lugar donde recibimos apoyo, enseñanza y corrección. Muchos cristianos se debilitan porque intentan vivir su fe en aislamiento. Pero cuando estamos rodeados de hermanos en la fe, encontramos ánimo y fortaleza.
Dios usa la comunidad para edificar nuestras vidas, y nosotros también somos llamados a edificar la vida de otros. Cada creyente es como un ladrillo en la construcción del cuerpo de Cristo. Cuando nos apoyamos y edificamos mutuamente, toda la estructura es más fuerte.
VI. La Recompensa de una Vida Bien Edificada
Una vida cristiana bien edificada trae recompensas eternas. Jesús prometió que la casa edificada sobre la roca no caerá. Esto significa que, sin importar lo que enfrentemos, si estamos firmes en Él, permaneceremos de pie.
Además, en 2 Timoteo 4:7-8 Pablo declara: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día.” Aquellos que edifican correctamente recibirán la recompensa eterna.
Cada esfuerzo por vivir en Cristo vale la pena. No estamos edificando solo para este mundo, sino para la eternidad. Cuando nos mantenemos fieles, recibimos paz, propósito y, finalmente, la gloria eterna con Dios.
Conclusión
Edificar nuestra vida cristiana requiere un fundamento firme en Cristo, materiales sólidos como la Palabra y la oración, un proceso de obediencia y santidad, resistencia ante pruebas y tentaciones, apoyo de la comunidad y la mirada puesta en la recompensa eterna.
Si seguimos estos principios, nuestra vida será como la casa sobre la roca: firme, resistente y preparada para la eternidad.