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Bosquejo: La Eternidad de Dios

Texto base: Salmo 90:1-4

“Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación. Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios. Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, y dices: Convertíos, hijos de los hombres. Porque mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la noche.”

Introducción

Hablar de la eternidad de Dios es sumergirse en un atributo divino que escapa por completo a nuestra comprensión humana. Nosotros, como seres finitos, estamos sujetos al tiempo: tenemos un principio y un final, medimos nuestra existencia en días, años y siglos. Sin embargo, Dios trasciende el tiempo. Él no tiene principio ni fin. Siempre ha sido y siempre será. Moisés, el autor del Salmo 90, expresa con claridad esta realidad: antes que existiera el mundo, Dios ya era. Su eternidad es un fundamento de nuestra fe, porque nos recuerda que dependemos de un Dios que no cambia, que no envejece, y cuya soberanía no está limitada por el tiempo.

Comprender la eternidad de Dios nos llena de esperanza, porque significa que Sus planes son perfectos y eternos. Su amor no tiene fecha de caducidad, Su justicia nunca se agotará, y Su poder no disminuye con los siglos. En este bosquejo exploraremos la eternidad de Dios en seis aspectos clave: su existencia sin principio ni fin, su dominio sobre el tiempo, su inmutabilidad, su plan eterno, su relación con la eternidad del hombre y la esperanza eterna que nos ofrece en Cristo.

1. La existencia sin principio ni fin

a. Dios no tiene un principio
Desde la perspectiva humana, todo lo que conocemos tiene un inicio. Sin embargo, Dios existe desde siempre. La Biblia afirma en Génesis 1:1: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Antes de que existiera el universo, Dios ya era. Jesús mismo declaró en Juan 8:58: “Antes que Abraham fuese, yo soy”. Esta afirmación indica que Dios no comenzó a existir en algún punto del tiempo, sino que es eterno en Su ser.

b. Dios no tiene un final
No solo Dios no tiene un principio, sino que tampoco tendrá un fin. En Apocalipsis 1:8, Él mismo dice: “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso”. Esta declaración muestra que Dios es eterno en ambas direcciones, pasado y futuro. Su existencia no está limitada como la nuestra, que depende de factores externos para continuar.

c. Dios es el único verdaderamente eterno
Aunque la vida del ser humano puede prolongarse por la eternidad según el plan divino, solo Dios es eterno en sí mismo. Nosotros recibimos la eternidad como un regalo de Dios a través de Cristo, pero no la poseemos de manera inherente. 1 Timoteo 6:16 dice que Dios es el único que tiene inmortalidad en su esencia. Esto nos enseña que la eternidad no es un atributo compartido por todas las criaturas, sino una característica exclusiva de Dios.

2. Dios domina el tiempo

a. Dios está por encima del tiempo
El tiempo es una realidad creada por Dios. Génesis 1:14 nos dice que Dios estableció el sol, la luna y las estrellas para medir el tiempo: “Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años.” Esto nos muestra que el tiempo no es eterno, sino que tiene un inicio y un propósito dentro de la creación. Sin embargo, Dios no está sujeto a ese tiempo porque lo precede y lo trasciende. Como dice Salmo 90:4, “Porque mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la noche.”

b. Dios usa el tiempo según su voluntad
Dios controla el tiempo y lo usa para llevar a cabo su plan soberano. En Eclesiastés 3:1, leemos: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.” Esto significa que nada ocurre fuera del control divino. En la historia bíblica, vemos cómo Dios establece tiempos específicos para sus promesas, como cuando le dijo a Abraham que su descendencia estaría en Egipto por 400 años antes de ser liberada (Génesis 15:13). Su dominio sobre el tiempo se confirma en Gálatas 4:4, donde se dice que Jesús vino “cuando vino el cumplimiento del tiempo.”

c. El tiempo no limita a Dios
Los humanos estamos limitados por el tiempo: envejecemos, nos debilitamos y morimos. Pero Dios no cambia con los siglos ni se debilita. Hebreos 13:8 dice: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.” Además, la promesa de la segunda venida de Cristo no depende del tiempo tal como lo entendemos. 2 Pedro 3:8-9 nos recuerda: “Para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.” Esto significa que Dios ve el tiempo desde una perspectiva completamente diferente a la nuestra, y su fidelidad no depende de nuestra percepción del tiempo.

3. Dios es inmutable en su eternidad

a. Dios no cambia con el tiempo
Los seres humanos experimentamos cambios constantes: envejecemos, aprendemos, olvidamos, nos fortalecemos y nos debilitamos. Sin embargo, Dios es inmutable. Malaquías 3:6 declara: “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.” Su eternidad no solo significa que existe para siempre, sino que su naturaleza es inalterable. No hay en Él variación ni sombra de cambio, como dice Santiago 1:17.

b. Las promesas de Dios son eternas
Debido a que Dios es inmutable, sus promesas son firmes. Números 23:19 dice: “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. ¿Él dijo, y no hará? ¿Habló, y no lo ejecutará?” A lo largo de la historia, Dios ha hecho pactos con su pueblo, y nunca ha fallado en cumplirlos. Su fidelidad es eterna porque no está sujeta a las circunstancias del tiempo. Esto nos da seguridad en la salvación y en las promesas que nos ha dado a través de Cristo.

c. La naturaleza de Dios es siempre la misma
Si Dios cambiara con el tiempo, no podríamos confiar en su justicia, amor y misericordia. Pero la Biblia nos asegura que Él es siempre el mismo. Salmo 102:25-27 dice: “Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán; como un vestido los mudarás, y serán mudados. Pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán.” La eternidad de Dios garantiza que su carácter y atributos no varían, dándonos estabilidad y confianza en su amor inagotable.

4. El plan eterno de Dios

a. Dios ha establecido su plan desde la eternidad
Dios no improvisa ni cambia de idea según las circunstancias. Desde antes de la fundación del mundo, ya tenía un propósito eterno. Efesios 1:4-5 declara: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad.” Esto significa que Dios no reacciona ante los eventos, sino que todo está bajo su soberano control desde la eternidad.

b. Dios ejecuta su plan en el tiempo
Aunque el plan de Dios es eterno, se manifiesta en la historia en momentos específicos. Un claro ejemplo de esto es la venida de Cristo. En Gálatas 4:4, Pablo dice: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley.” Dios usa el tiempo para cumplir sus propósitos, y cada evento en la historia de la humanidad es parte de su voluntad perfecta. Su plan no se detiene ni es frustrado por la acción humana.

c. El plan eterno de Dios es para su gloria
Dios no solo ha diseñado la historia, sino que su propósito principal es glorificarse a sí mismo a través de ella. Romanos 11:36 declara: “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” La eternidad de Dios asegura que todo lo que sucede en el universo tiene un propósito mayor, dirigido hacia la exaltación de su nombre. Esta verdad nos da paz, sabiendo que nada es casualidad y que Dios tiene el control absoluto de nuestra vida.

Conclusión

La eternidad de Dios es un concepto que trasciende nuestra comprensión humana, pero es fundamental para nuestra fe. Nos recuerda que Dios no está limitado por el tiempo, que su existencia no tiene principio ni fin, y que su dominio sobre la historia es absoluto. Él es inmutable, lo que significa que su amor, su justicia y sus promesas permanecen firmes a lo largo de los siglos. Nada de lo que ocurre en el mundo escapa de su soberanía, y su plan eterno se cumple sin fallar.

Esta verdad nos llena de seguridad, porque sabemos que dependemos de un Dios cuya fidelidad no cambia con el tiempo. Su propósito se mantiene firme, y su voluntad se ejecuta en cada etapa de la historia. Como creyentes, podemos confiar en que su amor por nosotros es eterno, que su justicia prevalecerá y que su reino no tendrá fin. La eternidad de Dios nos invita a vivir con esperanza, sabiendo que nuestra vida está en las manos de Aquel que trasciende el tiempo y que nos ha dado la promesa de vida eterna en Cristo. En Él encontramos refugio, estabilidad y la certeza de que su presencia será nuestra por toda la eternidad.

Oración final

“Señor eterno y soberano, te alabamos porque tú eres el mismo ayer, hoy y siempre. En ti encontramos seguridad, porque tu amor, tu justicia y tu fidelidad nunca cambian. Enséñanos a confiar en tu plan eterno y a vivir con la esperanza de la vida que nos has prometido en Cristo. Que nuestra fe no se base en las circunstancias temporales, sino en la certeza de tu naturaleza inmutable. Ayúdanos a caminar cada día con la confianza de que estamos en tus manos y que, en tu eternidad, nos has dado un propósito y una herencia incorruptible. En el nombre de Jesús, amén.”

Alejandro Rodriguez

Mi nombre es Alejandro Rodríguez y soy un hombre profundamente devoto a Dios. Desde que tengo memoria, siempre he sentido una presencia en mi vida, pero no fue hasta un momento muy particular que esa presencia se convirtió en el centro de todo lo que soy y hago.Soy el orgulloso padre de tres maravillosos hijos: Daniel, Pablo y María. Cada uno de ellos ha sido una bendición en mi vida, y a través de ellos, he aprendido el verdadero significado de la fe y la responsabilidad. Ahora también tengo el privilegio de ser abuelo de dos nietos, Miguel y Santiago, quienes llenan mi corazón de alegría y esperanza para el futuro.La historia de mi devoción a Dios comenzó en un momento oscuro de mi vida. Cuando tenía 35 años, pasé por una experiencia que lo cambió todo. Sufrí un accidente automovilístico muy grave, uno que, según los médicos, era casi imposible de sobrevivir. Recuerdo haber estado atrapado entre los hierros del coche, sintiendo que el final estaba cerca. En ese instante, mientras luchaba por respirar, una paz indescriptible me envolvió. Sentí una mano invisible que me sostenía y una voz en lo más profundo de mi ser que me decía: "No es tu hora, aún tienes una misión por cumplir".Sobreviví al accidente contra todo pronóstico médico, y esa experiencia me llevó a reevaluar mi vida y a buscar más profundamente el propósito que Dios tenía para mí. Me di cuenta de que había estado viviendo sin una dirección clara, enfocado en lo material y lo inmediato, pero ese encuentro con lo divino me mostró que había algo mucho más grande que yo debía hacer.Así nació Sermones Cristianos, un sitio web que fundé con el único propósito de difundir el mensaje de Dios a todo el mundo. Creé este espacio para que cualquiera, en cualquier lugar, pudiera acceder a la palabra de Dios y encontrar consuelo, guía y esperanza en sus momentos más difíciles, tal como yo lo hice. Mi misión es llevar el amor y el consuelo de Dios a aquellos que lo necesitan, a través de sermones inspiradores y mensajes de fe.Cada día, al despertar, agradezco a Dios por la nueva oportunidad de servirle. Mi vida ha sido un testimonio de la gracia y el poder de Dios, y mi mayor anhelo es compartir esa experiencia con los demás, para que también puedan sentir su presencia en sus vidas.

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