Texto Base: Hebreos 11:6
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.”
Introducción: ¿Qué significa agradar a Dios?
Hermanos, hoy quiero que reflexionemos sobre una pregunta fundamental: ¿cómo podemos agradar a Dios? A menudo, buscamos maneras de agradar a quienes amamos, ya sea nuestra familia, nuestros amigos o incluso a nosotros mismos. Sin embargo, la mayor prioridad de nuestra vida debería ser agradar al Creador. Agradar a Dios no es algo que podamos lograr por nuestras propias fuerzas, ni se trata de cumplir un conjunto de reglas. Más bien, es una vida entregada a Él, llena de fe, obediencia y amor.
Agradar a Dios no es una opción; es un mandato. En Hebreos 11:6 se nos dice que sin fe es imposible agradarle. No se trata de una posibilidad remota o de una tarea opcional. Si no vivimos en fe, no podemos alcanzar ese lugar donde nuestro corazón está alineado con Su voluntad. Pero, ¿qué significa vivir una vida que agrade a Dios? Vamos a desglosar esto en pasos prácticos y bíblicos.
1. Agradar a Dios comienza con la fe
Hebreos 11:6 deja claro que la fe es el punto de partida. La fe no es simplemente creer que Dios existe; es confiar completamente en Él. Es esa certeza de lo que no se ve, como se define en Hebreos 11:1. Sin fe, nuestras acciones carecen de propósito eterno.
Pero, ¿cómo podemos cultivar esta fe? Romanos 10:17 nos da la respuesta: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” La fe viene al exponernos constantemente a la Palabra. La fe no solo nos permite creer en Dios, sino que también nos permite creerle a Dios. Hay una diferencia crucial entre estas dos cosas. Creer en Dios reconoce Su existencia, pero creerle a Dios significa actuar basados en Sus promesas.
La fe agrada a Dios porque demuestra nuestra total dependencia de Él. Cuando confiamos en Sus planes, incluso en los momentos más oscuros, le decimos: “Señor, confío en Ti, no en mis propias fuerzas.” La fe nos lleva a caminar en obediencia y a vivir en victoria, porque sabemos que Dios honra a quienes confían en Él.
2. La obediencia es clave para agradar a Dios
Jesús dijo en Juan 14:15: “Si me amáis, guardad mis mandamientos.” La obediencia es la prueba tangible de nuestro amor y devoción hacia Dios. A menudo, queremos agradar a Dios a nuestra manera, pero la obediencia significa hacerlo a Su manera.
La obediencia no siempre es fácil. Abraham es un ejemplo poderoso de obediencia radical. Dios le pidió que sacrificara a su único hijo, Isaac, en Génesis 22. Aunque este mandato parecía ir en contra de la promesa de Dios de hacer de Abraham una gran nación, él confió en que Dios tenía un plan mayor. Su obediencia fue recompensada con una mayor bendición: Dios confirmó Su pacto eterno con él.
La obediencia implica rendir nuestras propias ideas y deseos a los planes de Dios. A veces, esto significa renunciar a algo que amamos o confiar en Dios en medio de circunstancias incomprensibles. Pero cada acto de obediencia nos acerca más a Su corazón. Recuerda, hermanos, que obedecer no es una carga; es un privilegio. Es la manera en que le decimos a Dios: “Te amo más que a cualquier otra cosa.”
3. Una vida de santidad agrada a Dios
En 1 Pedro 1:16 se nos dice: “Sed santos, porque yo soy santo.” La santidad es un llamado directo de Dios. Vivir en santidad significa apartarnos del pecado y dedicarnos completamente a Él.
La santidad no significa perfección humana, sino un corazón dispuesto a vivir conforme a los principios de Dios. En un mundo que nos bombardea con tentaciones, vivir en santidad requiere decisiones diarias y constantes. Esto incluye lo que vemos, lo que escuchamos, y cómo nos relacionamos con los demás.
Dios no espera que seamos santos por nuestras propias fuerzas. Él nos ha dado al Espíritu Santo, quien nos guía y fortalece para vivir de acuerdo a Su estándar. Cuando permitimos que el Espíritu Santo gobierne nuestra vida, nuestras palabras, acciones y pensamientos comienzan a alinearse con la voluntad de Dios. De esta manera, nuestra vida se convierte en un reflejo de Su gloria y un testimonio vivo de Su poder transformador.
Hermanos, agradar a Dios requiere que renunciemos al pecado y busquemos la pureza de corazón. La santidad no solo agrada a Dios, sino que también nos permite disfrutar de una comunión más profunda con Él.
4. Un corazón agradecido agrada a Dios
1 Tesalonicenses 5:18 dice: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.” La gratitud es una expresión de fe y confianza en Dios. Cuando agradecemos a Dios, incluso en las pruebas, le estamos diciendo: “Señor, confío en que tienes el control.”
Un corazón agradecido transforma nuestra perspectiva. Nos permite ver más allá de nuestras circunstancias y enfocarnos en la fidelidad de Dios. Jesús mismo dio gracias antes de alimentar a los cinco mil, mostrando que la gratitud precede a los milagros.
La gratitud no solo agrada a Dios, sino que también nos libera del peso de la queja y el descontento. Cuando cultivamos un espíritu agradecido, nuestra adoración se vuelve más auténtica, y nuestra fe se fortalece. Recuerda, hermanos, que dar gracias no es una sugerencia; es un mandato divino que honra a nuestro Padre celestial.
5. El amor es la mayor evidencia de agradar a Dios
1 Juan 4:8 declara: “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” El amor es la esencia misma de quién es Dios, y es la marca distintiva de aquellos que le pertenecen. Jesús resumió la ley en dos mandamientos: amar a Dios con todo nuestro corazón y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:37-39).
Agradar a Dios significa amar como Él ama. Esto incluye a quienes nos han herido o decepcionado. El amor que agrada a Dios es incondicional y sacrificial. Es un amor que busca el bienestar del otro, incluso a costa de nuestro propio confort.
Cuando amamos como Dios nos manda, demostramos que Su Espíritu vive en nosotros. Este amor transforma nuestras relaciones y nos permite ser un testimonio vivo de Su gracia. No podemos agradar a Dios si no reflejamos Su amor en nuestras palabras y acciones.
6. Buscar a Dios diligentemente agrada Su corazón
El texto base nos recuerda que Dios es galardonador de los que le buscan. Buscar a Dios implica un esfuerzo intencional y continuo. No se trata de una actividad ocasional, sino de un estilo de vida. Mateo 6:33 nos instruye: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”
Buscar a Dios incluye la oración, la lectura de Su Palabra, y la adoración. Cuando priorizamos nuestra relación con Dios, estamos diciendo que Él es lo más importante en nuestra vida. Esto agrada a Su corazón.
El Señor promete recompensar a quienes le buscan con sinceridad. Estas recompensas no siempre son materiales; a menudo, son paz, gozo y una comunión más íntima con Él. Cuando buscamos a Dios con todo nuestro corazón, Él nos guía, nos fortalece y nos llena con Su presencia.
Conclusión
Hermanos, agradar a Dios no es una tarea imposible. Es un llamado que podemos cumplir cuando caminamos en fe, obediencia, santidad, gratitud, amor y una búsqueda continua de Su presencia. Al hacerlo, no solo glorificamos a nuestro Creador, sino que también experimentamos la plenitud de Su bendición.
Hoy, te invito a que examines tu vida. ¿Estás viviendo para agradar a Dios? Si hay áreas donde necesitas mejorar, no estás solo. Dios está dispuesto a ayudarte, a transformarte y a guiarte. Entrégale tu vida, y verás cómo Él se deleita en ti.
Amén.