Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy quiero compartir con vosotros una palabra que Dios ha puesto en mi corazón: “Mantente firme.” Esta exhortación tiene una gran relevancia en los tiempos que vivimos, donde la presión del mundo, las circunstancias adversas y las pruebas personales muchas veces nos sacuden y nos empujan a retroceder. Sin embargo, la palabra de Dios nos llama, una y otra vez, a mantenernos firmes, a no desfallecer, y a confiar en que Él está con nosotros en cada paso del camino.
Texto base: Efesios 6:13-14
En Efesios 6:13-14, el apóstol Pablo nos dice: “Por tanto, toma toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia.”
Aquí Pablo nos da una orden clara: estar firmes. Esta firmeza no se refiere solo a soportar el embate de las dificultades, sino a permanecer de pie después de que la batalla ha pasado. Es una firmeza espiritual, mental y emocional que solo podemos alcanzar mediante la fuerza que Dios nos da.
¿Por qué debemos mantenernos firmes?
Porque estamos en una batalla espiritual
En el contexto del pasaje de Efesios, Pablo nos está hablando de la lucha espiritual que enfrentamos como hijos de Dios. En los versículos anteriores, nos dice: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).
Muchas veces, tendemos a olvidar que nuestra verdadera lucha no es contra las personas, sino contra las fuerzas espirituales que buscan alejarnos de los propósitos de Dios. Esta batalla espiritual requiere que nos mantengamos firmes en nuestra fe, sabiendo que Dios ha prometido la victoria. No estamos luchando solos; el Señor está con nosotros.
Porque las pruebas son inevitables
Jesús mismo nos advirtió que enfrentaríamos dificultades en este mundo. En Juan 16:33 nos dice: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” Mantenerse firme no significa que nunca pasaremos por pruebas o que nuestras vidas serán fáciles. Más bien, significa que cuando vengan las pruebas, no seremos movidos ni destruidos por ellas.
La fe que permanece firme en medio de la tormenta es una fe que ha sido probada y fortalecida. El apóstol Santiago nos dice: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (Santiago 1:2-3). Las pruebas, lejos de debilitar nuestra fe, la purifican y nos enseñan a depender más de Dios.
Porque la fe genuina requiere perseverancia
Mantenerse firme es una señal de una fe genuina. En Hebreos 10:23 se nos exhorta: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.” Aquí se nos recuerda que Dios es fiel y que su promesa de vida eterna, de bendición y de victoria sobre el pecado, no fallará. La fe que se tambalea ante la primera dificultad no es una fe madura. Dios nos llama a desarrollar una fe que persevere hasta el final.
Porque tenemos una esperanza segura
Mantenerse firme no es un acto de mera terquedad o autosuficiencia. La razón por la cual podemos mantenernos firmes es porque nuestra esperanza está anclada en algo mucho más grande que nosotros mismos: está anclada en Jesucristo. Hebreos 6:19 nos dice: “La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo.”
Jesús es nuestra esperanza. Él es el fundamento sobre el cual construimos nuestra vida. Y sabemos que, aunque el mundo se tambalee, aunque vengan las tormentas, nuestra esperanza en Él nunca será sacudida. Como dijo el salmista: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente.” (Salmo 91:1).
¿Cómo podemos mantenernos firmes?
Ahora que hemos comprendido por qué es tan importante mantenernos firmes, es necesario que nos preguntemos: ¿Cómo podemos hacerlo en la práctica? Aquí hay algunos principios clave basados en la Palabra de Dios.
Revístete de la armadura de Dios
Como vimos en el texto de Efesios 6, Pablo nos anima a vestirnos con la armadura de Dios. Esto incluye:
- Ceñirse con la verdad: La verdad de la Palabra de Dios es lo que nos mantiene firmes en medio de las mentiras del enemigo. Cuando conocemos la verdad, no somos fácilmente engañados.
- Vestirnos con la coraza de justicia: Nuestra justicia no proviene de nosotros mismos, sino de Cristo. Al recordarnos de nuestra identidad en Él, podemos enfrentar las acusaciones del enemigo con confianza.
- El escudo de la fe: La fe es lo que apaga los dardos del enemigo. Cuanto más alimentamos nuestra fe en la Palabra de Dios, más fortalecidos estamos para resistir las pruebas.
- El casco de la salvación: La salvación es la promesa más grande que tenemos. Cuando nuestra mente está firmemente anclada en la esperanza de la salvación, podemos resistir cualquier ataque.
Permanecer en la Palabra de Dios
En Mateo 7:24-25, Jesús nos enseña la importancia de construir nuestra vida sobre un fundamento sólido: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.”
La roca es la Palabra de Dios. Si queremos mantenernos firmes, necesitamos estar profundamente arraigados en las Escrituras. No basta con oír la Palabra de vez en cuando; debemos vivirla, estudiarla y dejar que transforme nuestras mentes y corazones.
Ora sin cesar
La oración es una de las armas más poderosas que tenemos como cristianos. En Efesios 6:18, después de describir la armadura de Dios, Pablo nos exhorta a “orar en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu.” La oración nos fortalece y nos mantiene conectados con Dios. A través de ella, recibimos la dirección y la fortaleza que necesitamos para permanecer firmes.
En tiempos de dificultad, es fácil sentirse abrumado y querer rendirse. Pero la oración nos recuerda que no estamos solos, que Dios escucha nuestras súplicas y que Él responde conforme a su voluntad.
Confía en la fidelidad de Dios
Finalmente, para mantenernos firmes, necesitamos confiar en que Dios es fiel a sus promesas. A lo largo de toda la Escritura, vemos cómo Dios cumplió sus promesas a su pueblo, incluso cuando las circunstancias parecían imposibles. Él es el mismo ayer, hoy y por siempre (Hebreos 13:8), y lo que ha prometido, lo cumplirá.
Romanos 8:28 nos asegura que “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.” Incluso cuando no entendemos lo que está sucediendo, podemos confiar en que Dios está obrando para nuestro bien y para su gloria.
Conclusión
Amados hermanos y hermanas, hoy Dios nos llama a mantenernos firmes en medio de las pruebas, tentaciones y dificultades de la vida. No estamos solos en esta lucha; tenemos la armadura de Dios, la Palabra que nos guía, la oración que nos fortalece y la fidelidad de un Dios que nunca falla.
Recordemos que mantenernos firmes no es cuestión de nuestra propia fuerza, sino de depender completamente en Cristo. Él es nuestra roca, nuestro refugio, y nuestra esperanza segura. Que podamos decir como el apóstol Pablo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Timoteo 4:7). Mantente firme, porque la victoria ya ha sido ganada en Cristo Jesús.
Que Dios os bendiga.